Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

CAMPAÑA, REBELIÓN Y ELECCIONES PRESIDENCIALES
DE 1923 A 1924 EN MÉXICO[ 1 ]

Georgette José Valenzuela


Introducción

En términos generales, la celebración de elecciones en el México posrevolucionario, no obstante que el resultado fuera conocido de antemano, permitió que emergieran, durante el tiempo que transcurrió entre la designación del candidato oficial y la celebración de los comicios, las pugnas soterradas que permanentemente se vivieron dentro del grupo en el poder. La realización de elecciones presidenciales permitió garantizar la preeminencia política y económica de la llamada "familia revolucionaria". A la vez sirvió para controlar, sin eliminar, la competencia electoral; fortaleció las lealtades, permitió la "continuidad y reproducción del sistema político" y reafirmó las alianzas entre los sectores dominantes y entre éstos y los sectores populares.[ 2 ] No obstante que la lucha por el poder sólo se verificaba dentro del grupo gobernante y no por la obtención de los votos, la nominación del candidato oficial constituyó uno de los momentos más frágiles y peligrosos para el sistema, por lo que en este trabajo abordamos la que consideramos la primera campaña presidencial posrevolucionaria exitosa (la de 1923-1924) y su incidencia en la formación de un sistema político no competitivo y autoritario.

En virtud de que las fuentes bibliográficas que existen sobre partidos y elecciones en México abordan la situación respecto de estos tópicos en los años veinte sólo en forma de antecedentes, nuestra investigación sobre la campaña presidencial de 1923- 1924 ha girado básicamente en torno de la información recabada en archivos y de la hemerografía de la época: El Demócrata, El Universal, Omega, Germinal y algunas ediciones de Excelsior.[ 3 ]

Ahora bien, el mismo desarrollo de la campaña hace que ésta se divida en tres tiempos: el primero abarca formalmente de septiembre a diciembre de 1923, meses durante los cuales los dos principales contendientes fueron el secretario de Gobernación Plutarco Elías Calles y el secretario de Hacienda (hasta octubre) Adolfo de la Huerta, y los partidos y grupos que los sostuvieron, y terminó con el estallido de la rebelión delahuertista a principios del mes mencionado. El segundo corresponde a los meses que duró la rebelión (diciembre 1923-marzo 1924) y que evidentemente obligó a los candidatos mayores y menores (Salvador Alvarado, Roque Estrada, Antonio I. Villarreal, Raúl Madero, Carlos B. Zetina y Ángel Flores) a suspender su campaña ya fuera porque tomaron parte en el levantamiento a favor o en contra de él, o porque optaron por retirarse a su casa. A partir de marzo de 1924, una vez que se declaró oficialmente derrotada la rebelión, inició el tercer tiempo de esta campaña en el que los candidatos fueron los generales Calles y Ángel Flores, y concluyó con la celebración de las elecciones a principios de julio de ese mismo año.

Primer tiempo

El precario equilibro de fuerzas alcanzado en 1920 para derrocar al presidente Venustiano Carranza prácticamente se rompió desde el inicio del régimen de Álvaro Obregón, y conforme fue avanzando su mandato, ese aparente equilibrio se fue desdibujando, y de haber comenzado, en el caso del Congreso de la Unión, a manifestarse como una oposición civil en la XXIX Legislatura (1920-1922) terminó expresándose a través de una oposición militar, en mucho impulsada por integrantes de la XXX Legislatura (1922-1924). En este sentido, es evidente que la pugna entre los diversos actores políticos obregonistas tuvo diferentes quiebres, momentos y protagonistas.[ 4 ]

De 1921 a mediados de agosto de 1922 fue con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC, 1916) y con algunos de su integrantes civiles y militares, algunos de los cuales llegaron a ocupar secretarías de Estado o jefaturas de operaciones militares; y después, de enero a septiembre de 1923, con algunos caudillos menores, jefes militares y con la agrupación política que vino a ocupar el lugar dejado vacante por la muerte política del PLC : el Partido Nacional Cooperatista (PNC), creado en 1917 por el joven abogado Jorge Prieto Laurens. La oportunidad para constituirse en una organización con presencia nacional se la dio el rompimiento entre el presidente Obregón y los miembros del PLC. Al igual que éste, el PNC también logró obtener el control del Congreso, de algunos ayuntamientos, sobre todo los del Distrito Federal, y de algunas gubernaturas. Aunque después de su experiencia con el PLC, el presidente Obregón se cuidó muy bien de otorgarle algún puesto de relevancia en su gabinete. El tiempo de existencia del Cooperatista fue más corto, pues para finales de 1923 su vida política había concluido.

Hacia el 2 de julio de 1922 se llevaron a cabo elecciones en todo el país con el fin de renovar la Cámara de Diputados Federal. Con el apoyo de Obregón, el PNC (que abrió sus puertas sin ningún distingo a todo aquel que quisiera hacer carrera política), el Partido Laborista Mexicano (PLM) de Luis N. Morones, el Partido Nacional Agrarista (PNA) de Antonio Díaz Soto y Gama y el Partido Socialista del Sureste (PSSE) de Felipe Carrillo Puerto, que eran las minorías en la legislatura saliente, integraron primero el "Bloque Social Demócrata" de la Cámara, y después la "Confederación Nacional Revolucionaria de Partidos". Por una diferencia de un voto la Confederación ganó la Comisión Permanente y la Comisión Instaladora de la nueva legislatura.[ 5 ]

Con objeto de acelerar la aprobación de credenciales de los presuntos nuevos diputados, se aceptó el mecanismo de los llamados "dictámenes globales" y gracias a este procedimiento rápidamente se aprobaron 210 credenciales de 264. De esta manera, el PNC se impuso como mayoría con 224 diputados a su favor; el PLM logró 6; el PNA, 12; el PLC, 15, y el PSSE, 7. En la Cámara de Senadores el control también fue alcanzado por el Cooperatista con treinta y ocho senadores.[ 6 ]

El siguiente paso del PNC consistió en que a partir del primero de enero de 1923 obtuvo el control total de los municipios del Distrito Federal, con Prieto Laurens como presidente del muy importante, económica y políticamente hablando, ayuntamiento de la ciudad de México.[ 7 ] El ascenso del PNC fue muy rápido: en escasos seis años logró convertirse en el partido político más importante y con mayor número de aliados, miembros, partidarios y simpatizantes; pero también en otra nueva amenaza para Obregón quien, a diferencia del apoyo irrestricto otorgado al PLC, en el caso de los cooperatistas y desde 1922, comenzó a tomar su distancia y a no permitir que se convirtieran en un rival incontrolable.

Dos hechos de repercusión nacional vinieron a marcar la ruptura definitiva. Uno de ellos fue el no reconocimiento del "triunfo" como nuevo gobernador de San Luis Potosí de Prieto Laurens y que de manera definitiva afectó las aspiraciones y ambiciones de ascenso político del líder cooperatista. El otro fue el asesinato en julio de 1923 de Francisco Villa. Hasta ahora, mucho se ha especulado sobre las verdaderas razones que llevaron a los asesinos encabezados por Jesús Salas Barraza a cometer el crimen, y más bien ha prevalecido la idea de que Obregón o Calles fueron los autores intelectuales de ese asesinato al que se califica como "un crimen de Estado". Sin inclinarnos por ninguna de las dos interpretaciones, es cierto que la desaparición de Villa significó un problema menos, pero no el menor, frente a los designios de Obregón y las aspiraciones de Calles.

De sobra sabemos que en la revisión documental que sobre este aspecto hemos llevado a cabo era ingenuo esperar encontrar la orden de sentencia firmada por Obregón o Calles.[ 8 ] Hasta ahora, las fuentes documentales no permiten comprobar fehacientemente esta acusación, a pesar de las pruebas "indirectas" encontradas en algunos acervos y que han servido a la historiografía más reciente para defender o adherirse a esta interpretación. Pero lo que sí es un hecho documentado es la inclinación de Villa a favor de De la Huerta para que éste volviera a ocupar la presidencia del país, así como la estrecha relación que mantenía el segundo con el primero. De esta manera, Obregón supo de las reuniones "secretas" que sostuvo Villa con el gobernador de Coahuila, Arnulfo González; con el de Tamaulipas, César López de Lara; con el de Durango, J. Agustín Castro; con Raúl Madero, y con Antonio I. Villarreal, quienes pretendían tener una participación decisiva en la sucesión. Desde hacía tiempo Villa y sus más cercanos colaboradores venían realizando contrabando de armas que pasaban como "trigo" en carros pullman de ferrocarril por Matamoros, Eagle Pass y El Paso con la anuencia de los agentes aduanales de la Secretaría de Hacienda.[ 9 ]

El 2 de agosto, en sesión de la Cámara de Diputados, una comisión integrada por cooperatistas que fue a Chihuahua a investigar lo sucedido señaló que los instigadores de esta muerte estaban encabezados por Calles, seguido del general Ignacio C. Enríquez, gobernador de Coahuila; del general Chao, y del general J. Agustín Castro, gobernador de Durango.[ 10 ]

A mediados de agosto de 1923, como Obregón no convalidó su triunfo como gobernador de San Luis Potosí, y Calles se negó a interceder por él ante el presidente, se acabó el callismo furibundo de Jorge Prieto Laurens para convertirse en un delahuertismo igual de intenso. El 1o. de septiembre de 1923 el presidente Obregón rindió su tercer informe de gobierno. La respuesta al mismo estuvo a cargo de Prieto Laurens y no presagió nada bueno para la administración obregonista:

La paz del país depende ciertamente de que vuestro gobierno no ha seguido las huellas fatales de los autócratas imposicionistas, que antaño lesionaron gravemente el principio consagrado por la revolución de 1910, de sufragio efectivo. Debemos pues confiar en que la sucesión pacífica del poder, uno de los anhelos más hondos de nuestro pueblo, será indudablemente una realidad que permita la cristalización de nuestros bellos ideales de renovación y de progreso, cuyos cimientos habéis fundado tan sólidamente. [ 11 ]

A partir de septiembre se prendió la mecha de la hoguera en que habría de convertirse el Congreso de la Unión en los siguientes tres meses al dividirse irremediablemente ambas cámaras entre delahuertistas y callistas.[ 12 ] Un acontecimiento quizá esperado y temido por muchos vino a terminar de caldear los ánimos y a exaltar los sentimientos de traición, decepción, alegría o triunfo, dependiendo del bando en el que se hubieran colocado los políticos de todos los matices de ese entonces: por fin Adolfo de la Huerta se decidió a renunciar a la Secretaría de Hacienda aunque todavía no había aceptado ser candidato.

La lucha no se circunscribió al Congreso Federal, y para ampliar sus bases de apoyo los cooperatistas del Ayuntamiento de la ciudad de México, de la Contaduría Mayor de Hacienda y del Departamento de Estadística irrumpieron violentamente en las oficinas del Partido Nacional Ferrocarrilero con el propósito de deponer la mesa directiva del mismo, e imponer una nueva que ya no tuviera reticencias en afiliarse al delahuertismo, y con ello desmentir la calificación antiobrera que les había adjudicado Morones.

Aparte de denunciar estos hechos ante la opinión pública, los callistas insistieron en la parcialidad de la "mayoría prietista" en el Congreso, cuyo único afán era conseguir el control de la Comisión Permanente y de la Comisión Instaladora del Congreso Federal para así lograr mantenerse en sus puestos.[ 13 ]

El domingo 14 de octubre, los delahuertistas celebraron en la capital de la república (donde las tropas fueron acuarteladas con antelación) una gran manifestación con objeto, se dijo, no de presionar a De la Huerta, sino simplemente de demostrarle las simpatías con las que contaba. El tono en que se desarrolló esa concentración política fue provocativo y de duros ataques contra la administración obregonista; los carteles, las mantas y los discursos así lo evidenciaron. Según cifras dadas por El Universal, asistieron entre 15 000 y 25 000 personas. De acuerdo con George Summerlin, encargado de negocios norteamericanos en México, fueron 5 000, encabezados por gente de clase baja, de jóvenes harapientos, sucios y a menudo descalzos, a los que se les había pagado 50 centavos a cada uno como si fuera un día trabajado. Y según le comunicó a Calles un informante anónimo, eran aproximadamente tres mil, a cuyo frente iban "centenares de chamacos [...] papeleros, boleros, etcétera".[ 14 ]

Sin esperar a que los acontecimientos se tornaran incontrolables, la maquinaria obregonista comenzó a verse públicamente y asestó un golpe a las aspiraciones cooperatistas: De la Huerta fue acusado por el nuevo secretario de Hacienda Alberto J. Pani, de malversación de fondos y de haber dejado prácticamente en la quiebra la hacienda pública. El "Informe Pani", como se le llamó, fue publicado por toda la prensa capitalina, avalado con la firma del propio presidente.[ 15 ]

El 21 de octubre se efectuó otra concurrida manifestación en la ciudad de México, pero ahora a favor de Calles. A diferencia del saldo blanco de la anterior manifestación, en la callista el resultado fue de 22 heridos y 2 muertos, como casualmente se había pronosticado en los Estados Unidos donde se dijo que en ese acto correría la sangre.

Cuando todavía la opinión pública, sobre todo la de la ciudad de México, no acababa de comentar atemorizada las secuelas de la manifestación callista, de nueva cuenta, dos días después, se vio impactada con la noticia de que Prieto Laurens había ganado el juicio de amparo que lo reconocía como gobernador constitucional de San Luis Potosí. Independientemente de la validez de los argumentos del juez Martínez Adame (casualmente diputado cooperatista con licencia), la realidad y la conveniencia política se encontraban por encima de los mismos, y con amparo y todo, Prieto Laurens se presentó por enésima ocasión para reasumir sus funciones legislativas, con lo cual ahondaba ante propios y extraños los sentimientos de confusión y de contradicción, pues con esas actitudes sólo reflejaba su veleidoso y oportunista comportamiento, ya que conforme se agitaban las aguas políticas, él ocupaba o defendía los diferentes cargos que se rehusaba a soltar: líder de su partido, diputado federal, presidente municipal de la ciudad de México y gobernador.[ 16 ]

La violencia con la que se enfrentaban callistas y delahuertistas llegó a su clímax el 31 de octubre. Ese día en el recinto de la Cámara de Diputados hubo el intento fallido de asesinar a Prieto Laurens y a los principales diputados cooperatistas.[ 17 ]Muy probablemente el origen de ese acontecimiento se encontraba en el intento por parte de ambos bandos de lograr el control de la mesa directiva de dicha Cámara en el mes de noviembre, que a final de cuentas, con un quorum de sólo 132 diputados, quedó en manos de los delahuertistas, en virtud de que el presidente cooperatista de la Cámara sólo permitió la entrada de sus correligionarios, y quizá, al estar enterados de antemano de esto, algunos callistas intentaron por la vía violenta impedirlo.

Días después de ocurrido el incidente, el Bloque Cooperatista de la Cámara de Diputados en un mensaje dirigido a Obregón acusó al general Arnulfo R. Gómez, jefe de las operaciones militares en el valle de México, de ser el autor intelectual de ese atentado, por lo que se había formado una comisión de diputados que viajaría a El Fuerte para informar personalmente al presidente de la gravedad de lo acontecido y pedirle garantías para el poder legislativo.[ 18 ]

Transcurrió semana y media para que los delahuertistas recibieran contestación a estas denuncias por parte de Obregón. Mientras el presidente se decidía a responderles directamente, promovió la emisión desde El Fuerte, Jalisco, de un decreto que reformaba algunos artículos del Reglamento de Elecciones Municipales del Distrito y Territorios Federales de 1921. De un total de 82 artículos, fueron reformados 26, y lo importante en este caso es que estos cambios sólo afectarían las elecciones a celebrarse en el Distrito Federal en el mes de diciembre. Es decir, la reforma iba dirigida a minar el principal coto de poder del Partido Cooperatista.[ 19 ]

Hasta el día 12, el presidente respondió a los coope-delahuertistas y sin expresarlo claramente, Obregón dejó leer entre líneas que resultaba temeraria la acusación de involucrar, sin verdaderas pruebas, no sólo a Arnulfo R. Gómez sino también a 200 oficiales y a sus jefes, lo que constituía una verdadera ofensa para el ejército, razón por la cual dudaba de todo lo que le habían escrito. No sólo el ejecutivo tenía la obligación de impartir garantías, también el Senado y el poder judicial, y aunque las leyes castigaban a los calumniadores, la justicia se topaba con el fuero constitucional para exigir responsabilidades, y por tanto las pruebas se desvanecían, lo que representaba una ventaja para los diputados, pero no así para el ejecutivo, quien no podía aceptar esas pruebas como verdaderas, en vista de lo cual dejaba el asunto en manos de las autoridades competentes.[ 20 ]

Un elemento más vino a recrudecer la lucha dentro del Congreso Federal. Aun cuando los delahuertistas habían logrado retener el control de la mesa directiva de la Cámara de Diputados en el mes de noviembre, les faltaba la del Senado; por tanto, su siguiente objetivo fue conseguirla. Sin embargo, en la elección que se llevó a cabo el 5 de noviembre la planilla delahuertista salió derrotada al quedar como presidente de la mesa directiva el general Eulalio Gutiérrez (a pesar de que no asistió a la sesión).

En los días siguientes al atentado se desató la fiebre de las declaraciones sobre este asunto y cada día que pasaba el ambiente político se envolvió en amenazantes nubarrones que presagiaban la tragedia. Los diputados y senadores delahuertistas convocaron a una sesión secreta, cuyo objetivo fue avisar al presidente Obregón que, si no les impartía las garantías solicitadas, trasladarían el poder legislativo a otro lugar de la república donde sí las tuvieran (por supuesto, San Luis Potosí). Ocho días después del fracasado atentado contra los principales cooperatistas, Arnulfo R. Gómez asestó un segundo golpe a través de una denuncia que hizo ante la Procuraduría del Distrito Federal y la Inspección de Policía. Gómez declaró que había logrado "descubrir" un acopio de parque y armas en Parque Lira, sede del PNC.

Y mientras los cooperatistas se preparaban para celebrar su convención el 20 de noviembre, la jefatura militar del valle de México, al mando de Arnulfo R. Gómez, les asestó un tercer golpe. Según él, se había descubierto un movimiento rebelde encabezado por la Primera Reserva del ejército y por oficiales desertores egresados del Colegio Militar. El 23 de noviembre, en el Juzgado 2o. Supernumerario de Distrito, la PGR consignó a los presuntos rebeldes.

El mismo día que la prensa daba cuenta de esta denuncia, se inició, en el Teatro Hidalgo de la ciudad de México, la Convención Extraordinaria del Partido Cooperatista Nacional, con la asistencia, se dijo, de 2 588 delegados y el día 22 se designó a De la Huerta como su candidato presidencial. Una vez aprobado el programa del partido, se integró una comisión para invitarlo a rendir, al día siguiente, la protesta correspondiente.[ 21 ]

Después de que los callistas lograron neutralizar a los coope-delahuertistas en el Congreso Federal al no asistir a las reuniones con el fin de impedir el quorum, el siguiente paso que dieron consistió en comprar la mayoría de las acciones de El Demócrata, uno de los principales periódicos del país, "por un grupo de particulares y comerciantes mexicanos".[ 22 ]

El 29 de noviembre otra vez los cooperatistas resultaron derrotados en sus afanes por reunir el suficiente quorum en la Cámara de Diputados y por volver a hacerse de la mesa directiva en el mes de diciembre. A pesar de haber estado reunidos por siete horas y de haber nombrado "comisiones para que fueran a buscar a los miembros del bloque cooperatista que no habían asistido, [y] ni aun cuando fueron levantados de sus camas tres representantes que están enfermos, se logró pasar de ciento veintinueve representantes".[ 23 ]

Al comprender que habían perdido la lucha por controlar el Congreso,[ 24 ] los más importantes cooperatistas comenzaron a ausentarse de la capital pretextando diversos motivos, como por ejemplo Martín Luis Guzmán, quien después de vender apresuradamente su periódico[ 25 ] salió de inmediato de la ciudad de México; o Prieto Laurens, quien pretextó un viaje a San Luis Potosí, cuando en realidad se dirigió a las costas veracruzanas. Para el día 6 sólo se presentaron en el recinto parlamentario 70 cooperatistas, pero sin pasar lista de presentes, impidiendo con ello que los 124 diputados callistas lograran reunir el quorum requerido.

La noche del 4 de diciembre de 1923, De la Huerta y muchos de sus partidarios abandonaron por tren la ciudad de México rumbo al puerto de Veracruz. Así dio inicio el movimiento militar en contra del gobierno del general Obregón. De esta manera concluyó, con el inicio de la rebelión armada, la etapa civil más beligerante de la campaña presidencial de 1923-1924.

Recapitulando: a pesar de su origen oficial, desde que el PCN fue creado se caracterizó por la utilización de prácticas seudodemocráticas, por pretender constituirse en un partido con tal fuerza nacional que pudiera disputar el ejercicio del poder a quienes institucionalmente se les tenía confiado, principalmente al presidente en turno, ya fuera Carranza u Obregón. Es claro que la presencia, el control y la eficacia que dicho partido llegó a acumular en diferentes estados de la república, en el Congreso Nacional y en la capital del país se debió, en gran medida, al apoyo y al impulso que de manera formal el mismo poder institucional le brindó, ya sea que nos refiramos al presidente Obregón, a los gobernadores, a los jefes de operaciones militares y, de manera informal, a los diferentes caciques regionales.

De la cruenta lucha que se desarrolló en escasos tres meses, lo que por ahora nos interesa resaltar de manera fundamental, pues curiosamente los principales actores que más tarde escribirían sus memorias se cuidaron bien de no mencionar, es la pugna entre el poder ejecutivo y el legislativo, representado en este caso por el Partido Cooperatista. En virtud del control real que el partido de Prieto Laurens llegó a tener sobre el Congreso Nacional, por primera vez en la historia política de México se registró un hecho sin precedentes y el cual no se ha vuelto a repetir: la amenaza de que el legislativo llevara a cabo un golpe de Estado parlamentario en contra del ejecutivo.

En lo que respecta a la candidatura de De la Huerta, aun cuando pareciera una candidatura "pretexto", forzada, pues una buena parte de los cooperatistas pasaron, aparentemente de la noche a la mañana, de ser callistas furibundos a delahuertistas con idénticas características y que en la punta del iceberg pareció que únicamente se enfrentaban las ambiciones de los contendientes, en la realidad se disputaron diferentes proyectos de país, como puede observarse en los programas y manifiestos de los partidos políticos participantes y sus candidatos.[ 26 ]

Contrariamente a lo que la historiografía de la época y la posterior han manejado, la ruptura del triángulo sonorense y del grupo obregonista se gestó mucho antes de que De la Huerta renunciara a su cargo. En este sentido, la correlación de fuerzas gracias a la cual llegó Obregón a la presidencia, conforme fue avanzando su mandato, se fue desdibujando, por lo que la pugna entre los diversos actores políticos tuvo diferentes quiebres y momentos.

Mucho se ha escrito en relación con la forma en que Obregón ejerció el poder presidencial. No obstante, poco se ha subrayado la libertad de expresión que hubo durante su mandato, lo mismo en las sesiones de las cámaras de diputados y senadores -a pesar de la beligerancia del Congreso de la Unión -, en la prensa, o en las convenciones partidistas. O el poder de Obregón no era tanto ni tan fuerte como se ha creído, o entendía de una manera más democrática el uso que la presidencia le confería, o el ejercicio diario de ese poder estuvo basado más en las lealtades y en las deslealtades. Sin embargo, pudo haber impedido con antelación el estallido de la rebelión y no lo hizo.

Por último, algo que llama la atención es la frialdad y la serenidad de Obregón frente a los ataques cooperatistas. Dejó que vociferaran, calumniaran y amenazaran, pero el poder legal y caudillesco lo tenía él, y supo el momento preciso de aplicarlo. Otro elemento importante a señalar es la emergencia regional frente a los intentos de reconstrucción de un Estado fuerte y centralista. Obregón llegó al poder gracias a sus relaciones clientelares-caudillistas-regionales, y una vez en él comenzó a recibir la presión del pago de las facturas del apoyo político brindado.

Por otro lado, quien resultó más beneficiado de esa ruptura fue el mismo Calles y su incipiente grupo, pues los desafectos o desleales fueron aniquilados, y Obregón reforzó el poder presidencial a costa del caudillista.

Los candidatos

Adolfo de la Huerta ¿y su campaña a la presidencia?

Abordar la figura y el papel histórico que Adolfo de la Huerta desempeñó en la contienda presidencial de 1923 a 1924 resulta harto complicado, pues a lo largo de su análisis parece como si se caminara sobre una cuerda floja que en cualquier momento puede hacernos caer en el terreno de la subjetividad o de la parcialidad, de la apología o de la detracción.

De entrada, es preciso señalar que la actuación de De la Huerta a lo largo de 1923 fue de total ambigüedad, ya sea que nos refiramos a su papel como secretario de Estado, candidato presidencial o a su participación como "jefe" de la rebelión que llevó su nombre. Esa característica, es decir, la de la ambigüedad, se encuentra tanto en sus declaraciones a la prensa y en su correspondencia como en las memorias autobiográficas que dictó a Roberto Guzmán Esparza años después. Aunque, como ha quedado demostrado en relación con el PNC, esa característica no fue exclusiva de De la Huerta, sino también de todos aquellos que se fueron sumando a su candidatura.[ 27 ]

Entrando al tema, la tarde del sábado 22 de septiembre de 1923 El Mundo dio a conocer el texto de la renuncia de Adolfo de la Huerta. Al día siguiente, el resto de la prensa publicó, como noticia de primera plana a ocho columnas, que el secretario de Hacienda y Crédito Público había solicitado una licencia de dos meses por "motivos de salud", aunque al mismo tiempo se consignó la existencia de un rumor que señalaba que en realidad había presentado su renuncia con carácter de irrevocable, pero que no le había sido aceptada. La explicación del secretario fue que se encontraba enfermo desde hacía algunos días, razón por la cual deseaba

recobrar totalmente mi salud, siendo ésta la causa por la que pretendo completo descanso [...] ayer noche obtuve del señor presidente la autorización para no ocuparme de los asuntos de la Secretaría de Hacienda [...] pero pienso continuar en la república [...]. Desde la próxima semana no despacharé más asuntos relacionados con la Secretaría de Hacienda.[ 28 ]

De esta manera, se respondía una pregunta que para el grueso de la opinión pública se había planteado varios meses antes, es decir, si por fin De la Huerta aceptaría o no lanzarse como candidato presidencial.

La actitud del secretario de Hacienda de enero a septiembre de 1923 fue la del constante rechazo cada vez que se le preguntaba o presionaba sobre ese tema, pero siempre de manera elusiva y dejando abierta la puerta para una posible rectificación. Poco antes de renunciar, De la Huerta pidió a Luis L. León que hiciera saber a Calles que, si él lo deseaba, podía irse a Estados Unidos con el fin de inhabilitarse como candidato, para regresar poco después y dirigir su campaña. Seis días después León volvió a insistir ante Calles que a De la Huerta le urgía verlo, pues ya no soportaba las presiones, a lo que el todavía secretario de Gobernación respondió que su colega no debía moverse, debía quedarse donde estaba, ya que "ni de allí podrá salir después, que se aguante".[ 29 ]

En sus Memorias, y no cuando fue conocida, De la Huerta argumentó que la razón de su renuncia se había debido a la solución que el presidente había dado a los casos de Nuevo León y San Luis Potosí invadiendo con ello la soberanía de esos estados. Y aunque el 23 de septiembre de 1923 no fueron ésas las causas aludidas ante la opinión pública, dos días después, de manera particular, exponía los verdaderos motivos al otro integrante del triángulo sonorense. En su versión, Obregón se había negado a acceder a su petición de retardar por "24 horas la publicación de su fallo, esperando que en ese lapso de tiempo [ sic ], dada la buena fe que reconozco en el jefe, reconsideraría su acuerdo". El presidente le había hecho saber que su petición era "extemporánea", pues resultaba materialmente imposible detener su resolución en virtud de que ésta ya había sido dirigida por telégrafo a los estados involucrados. Y De la Huerta, actuando de la misma manera de la que acusaba a Obregón, es decir, interviniendo en áreas que no eran de la competencia de un secretario de Hacienda, propuso al presidente que personalmente él tomaría la

línea directa con los interesados en el asunto para que no tomaran en cuenta el acuerdo en 24 horas, esperando ratificar o rectificar el del señor presidente y que recogería yo de los periódicos los escritos que había enviado a Gobernación; ni como amigo ni como colaborador fui atendido, lamentando positivamente este acto tan trascendental en la vida política de nuestra administración.

Ante la negativa de Obregón, no le quedó más remedio que comunicarle que se apartaba, no que renunciaba, de su cargo, "para buscar mi trabajo particular y la manera de vivir más de acuerdo con mis principios". A la prensa sólo le había dicho que era una licencia "para evitar cualquier comentario desfavorable para este gobierno que tanto he querido y cuyo bienestar deseo". Conforme a la apreciación de De la Huerta, Obregón estaba cometiendo el mismo error que Carranza en 1920 cuando pretendió atacar la soberanía de Sonora, y no consideraba "decoroso pasar inadvertida la equivocación en que ha incurrido el señor presidente".

A estos motivos se agregaban, con la clara intención de que el amigo y paisano no fuera a pensar que también estaba rompiendo con él, por un lado, el que desde hacía algún tiempo se había sentido "aguijoneado por algunos elementos de la administración y otros afines en lo personal a nuestro amigo", y por otro

el cansancio real que siento sobre mí y que me tiene a la puerta de la neurastenia aguda, no sólo por el trabajo propio del puesto, sino por la situación embarazosa y difícil en que se me ha colocado, la más penosa de las que en mi vida he sentido [...] [aunque] esta determinación mía no obedece de ninguna manera a cambio de política y sí creo que acusa un cambio en el gobierno general, que por tus declaraciones de continuidad de las orientaciones del actual orden de cosas, afecta a tu misma candidatura presentándola con caracteres que no tiene ni debe tener [...]. He creído de mi obligación poner al tanto de todos estos acontecimientos, al viejo y leal amigo, en quien creí encontrar semejanza de opiniones, pero por tu telegrama, que leo en la prensa de hoy, parece que tu criterio es distinto del mío, en los casos electorales juzgados por el señor presidente.[ 30 ]

Calles contestó inmediatamente a su correligionario comenzando por considerar que todo lo que había pasado sólo se debía a su "enfermedad", ocasionada por el exceso de trabajo y por "las especiales circunstancias" que lo rodeaban en la ciudad de México, mismas que no le habían permitido "obrar con la serenidad que siempre has acostumbrado para con el amigo y jefe". Hablándole franca y claramente, en su concepto no tenía "razón de criticar la resolución presidencial, en los casos de San Luis Potosí y de Nuevo León", por lo que

como revolucionario, como tu sincero y leal amigo, te excito para que reflexiones serenamente sobre tu conducta, veas que con ella das una poderosa arma a la reacción que pretende a todo trance dividirnos y entrevistes a nuestro amigo y jefe, retirando la renuncia que has presentado, con lo cual obrarás con criterio sereno y con la sinceridad que siempre lo has hecho, seguro de que él, con su nobleza, todo lo olvidará [...]. Tal vez es un sacrificio el que te pido, pero te autorizo para que a tu vez me pidas el que tú quieras y estaré pronto a concedértelo.[ 31 ]

Al día siguiente la prensa publicó que la renuncia de De la Huerta había sido aceptada por el presidente.[ 32 ] El ahora ex secretario se mostró extrañado pues, según declaró, había convenido con Obregón que el hecho se daría a conocer como una solicitud de licencia. Según cuenta De la Huerta en sus Memorias, a raíz del fracaso en sus gestiones en el asunto de San Luis Potosí y Nuevo León, le había presentado al presidente su renuncia, pero ambos habían aceptado que de momento no se haría pública. Sin embargo, el borrador de la misma fue sustraído de su casa por Martín Luis Guzmán para publicarlo como exclusiva en El Mundo, y el hecho había enojado tanto al presidente, quien creyó que De la Huerta lo había engañado, que declaró públicamente que aceptaba de manera definitiva la separación del gabinete de su secretario de Hacienda, a pesar de que, conforme a su propia versión, De la Huerta no había tenido nada que ver en el asunto.[ 33 ]

Treinta y cinco años después, como consecuencia de la manera en que De la Huerta se había referido a Martín Luis Guzmán en sus Memorias, éste, para defenderse, tuvo que declarar que había sido el mismo De la Huerta quien le había aconsejado que publicara lo de la separación como una noticia vaga:

Creo que como un rumor, como un rumor digno de crédito, la noticia debe darse mañana [22 de septiembre]. Publíquela usted, si piensa igual que yo, y cuando el momento llegue, haremos ver que mi renuncia coincidió en la fecha con la intromisión del gobierno en asuntos electorales y con su decisión de lesionar injustamente la causa de un partido político merecedor de que se le respete. [ 34 ]

Independientemente de cuál de los dos haya dicho la verdad, el hecho es que De la Huerta se libró de su cargo en el gabinete obregonista, y ahora sí pudo entrar de lleno en la carrera presidencial. El 26 de septiembre se entrevistó con algunos senadores, diputados y políticos para decirles que "si en la Convención del Partido Cooperatista triunfaba su candidatura, y si se convencía de que la opinión pública le daba su apoyo, él aceptaría ser postulado candidato a la presidencia de la república [...] [en virtud de que] su situación personal, en los últimos días, ha experimentado total cambio".[ 35 ]

A pesar del cambio de postura de De la Huerta, Calles todavía le hizo saber que "nunca" dejaría "de lamentar" lo de su renuncia, y le aconsejó que, para serenar "tu espíritu y tu cerebro, es absolutamente necesario salgas a cualquier parte de esa capital", muy probablemente considerando que el asunto no era tan grave y que todavía se podía solucionar.

Hasta el 4 de octubre De la Huerta escribió a Calles y de manera velada otra vez, probablemente buscando que Calles también rompiera con el presidente, consideró que la actitud de Obregón había provocado un "enfriamiento en el entusiasmo con que se ha venido aplaudiendo nuestro régimen, y lo lógico es que los reflejos se hagan sentir, muy principalmente, sobre tu candidatura", y para reforzar las dudas que esta aseveración podía provocar en Calles, De la Huerta concluía su mensaje prometiendo que muy pronto le enviaría un estudio detallado que había hecho "sobre las condiciones que actualmente guarda el ambiente electoral en toda la república".[ 36 ]

Continuando con su doble postura de escribir una cosa y declarar otra, el mismo día que escribió a Calles, el ex secretario manifestó a la prensa que, aun cuando su amistad con el secretario de Gobernación era "inquebrantable", él no podía impedir que "en la nación hubiera un movimiento en favor de mi postulación para la primera magistratura [...]. Y se necesitaría que yo no fuera un ciudadano de verdad, para no obedecer, en un caso dado, a la voz de la nación".

El 19 de octubre, la prensa nacional publicó la aceptación de De la Huerta a figurar como candidato. Según él, lo hacía en virtud de los ataques que había venido recibiendo de algunos partidos que habían reproducido las declaraciones que había hecho pocos días antes. Esas expresiones no reflejaban ningún equívoco, sino su sentir más íntimo en aquel momento, pero a raíz de que "numerosos y compactos grupos" se agrupaban alrededor de su figura, sentía que enérgicamente todo el país le reclamaba sus "deberes de mexicano",

y oigo la implacable amenaza de descalificarme como hijo legítimo de mi Patria, al no cumplir con los mandatos de la Ley [...]. En tal situación embarazosa y difícil de la que únicamente yo soy responsable [...] no me queda otro camino que echar mi suerte a la resolución del pueblo mexicano [...]. Él decidirá si me ayuda a sostener mi actitud anterior presentada ante la república, o si intransigente con mi determinación, me fuerza a cumplir las ineludibles obligaciones del ciudadano. [ 37 ]

Desde este momento y hasta el estallido de la rebelión, De la Huerta se dedicó a defender su actuación como secretario de Hacienda; por consiguiente, casi la totalidad de sus discursos, aclaraciones, entrevistas y acciones fueron dirigidos a ese fin, y después, a justificar las razones políticas que lo habían llevado a levantarse en armas.

De la Huerta se ocupó y preocupó por defenderse políticamente, por ello es que no puede hablarse de que haya desarrollado una verdadera campaña electoral en busca de votos para llegar a la presidencia. En las escasas actividades de proselitismo que desplegó, por lo general se disculpaba por no "ir preparado", por "sentirse cansado" o porque lo habían "agarrado de improviso".[ 38 ] O bien, se sumaba sin cuestionamientos a los programas, en muchas partes antagónicos, de los partidos políticos que lo postulaban, como sucedió cuando aceptó la nominación del Gran Partido Ferrocarrilero Nacional, cuya plataforma fue calificada como la más radical de todas por ser "comunista-marxista",[ 39 ] y que además difería en aspectos fundamentales con la de su principal apoyo partidario: la del Nacional Cooperatista. Por ejemplo, la única declaración que hizo De la Huerta sobre la aplicación de la reforma agraria causó gran revuelo entre los diferentes sectores político-económicos y, al percatarse de que el impacto de sus declaraciones podría enajenarle el apoyo de la gran masa campesina demandante de tierras, tuvo que precisar que sus declaraciones se habían tergiversado.

El 6 de diciembre de 1923 con el traslado de De la Huerta y sus partidarios a Veracruz concluyó la etapa de la beligerancia verbal y comenzó la del enfrentamiento militar. El 7 de diciembre, a través de un manifiesto y apoyado por los "verdaderos soldados de la república" formados en la lucha por sostener libres las instituciones, "bajo la digna y patriótica jefatura del general de División don Guadalupe Sánchez, y de los jefes de la Marina del Golfo", el candidato presidencial cooperatista desconoció al "gobierno del general Álvaro Obregón por conculcador de todas nuestras libertades públicas", al convertirse en "líder político de la impopular candidatura del general Plutarco Elías Calles a fin de asegurarse más tarde una inmediata reelección que la nación rechaza y que nuestra ley condena". Por lo tanto, sólo De la Huerta, "postulado por la gran mayoría de la nación" era el señalado para detenerlo, y por ello aceptaba provisionalmente la jefatura del "movimiento libertario que han iniciado y secundado los soldados patriotas en representación del pueblo", y, en principio, se desconocía al ejecutivo federal, a los gobernadores, diputados y senadores "imposicionistas", así como a los funcionarios "de elección popular directa o indirecta" que a más tardar en quince días no se adhirieran a su movimiento.[ 40 ]

Seis años más tarde, en junio de 1929, cuando Obregón ya había muerto y Calles acababa de participar como secretario de Guerra en el sofocamiento de la rebelión escobarista y se disponía a emprender un viaje de descanso hacia Europa, De la Huerta escribió a Calles para suplicar que le concediera una entrevista en Los Ángeles, en su tránsito hacia el viejo continente. De la Huerta explicaba que su petición no debía parecer extraña pues, precisamente a raíz del asesinato del caudillo, De la Huerta había juzgado que había llegado el momento de cambiar su posición.

Aun cuando los avatares políticos los habían distanciado, eso no significaba que hubiera disminuido "el cariño sincero" que siempre le había tenido, y por eso quería que supiera lo que antes de diciembre de 1923 no había podido expresarle,

a pesar de mis reiteradas súplicas que te hice por conducto de Luis León, del Chato López Portillo y otros amigos a quienes envié para que procurarás tú (que tenías más posibilidades que yo), cuando te hallabas en Soledad de la Mota, una entrevista en la que hubieras conocido la verdad de mi situación con el gobierno de aquel entonces y que tal vez me hubiera evitado a mí el calvario que pasé.

Pero "el destino" determinó que la reunión no se llevara a cabo y De la Huerta no había tenido más recurso que tratar de preservar su "honor" cuando se le había acusado falsa e injustamente de haber provocado "la bancarrota económica y moral de mi patria", intriga sobre la que De la Huerta había sabido desde que se había gestado "en la hacienda de El Fuerte, muchos días antes de que saliera a la luz". Estaba seguro de que si a Calles lo hubieran colocado en la misma situación, éste hubiera respondido de igual forma; fue por eso, para protegerse de la "embestida" obregonista, que había aceptado "el fuero de candidato" y había modificado su "propósito firmísimo" de no participar en la campaña presidencial, "intención mía desvirtuada por informaciones falsas que se te hicieron llegar con el mismo propósito de dividirnos".

En todo tiempo, De la Huerta había expresado que ninguna persona había

contado con la amistad y cariño tuyos tan intensamente como yo supe ganarlos, y en nombre de esa vieja amistad te suplico [que] vengas a ésta y me concedas la entrevista personal que te solicito. Estoy seguro, absolutamente seguro, [de] que cuando conozcas la verdad de mi situación en México y el origen de mi distanciamiento de Obregón, que hasta ahora muy pocos o ninguno conoce en su origen, volverás a ser para mí el amigo de antaño y sabrás que no murió en aquella época "el hombre que consideraste como tu hermano" [...]. Deseándote felicidades, te envío un cariñoso saludo, esperando [que] no desoigas esta invitación que te hago y que te suplico [que] conserves en el terreno confidencial. [ 41 ]

Desconocemos si la entrevista solicitada por De la Huerta se llevó a cabo, pero de nueva cuenta, a pesar de los años transcurridos, aunque ahora sin la presencia física de Obregón para desmentirlo o descalificarlo, o de los otros que lo acompañaron en la rebelión, De la Huerta, con la ambigüedad que siempre lo caracterizó y sin importar la sangre derramada por su causa, insistió en su papel de víctima de las circunstancias y de las maniobras obregonistas.

Plutarco Elías Calles, el candidato obrero-agrarista y de los sectores medios

En México, como alguna vez dijera Antonio Díaz Soto y Gama, fundador del PNA, al día siguiente en que un nuevo presidente asume el cargo se comienza a trabajar por quien habrá de sucederle. Aunque con lo anterior no se quiere dejar la impresión que desde diciembre de 1920 ya se sabía que Calles sucedería a Obregón, sí es cierto que en los dos primeros años de la administración obregonista, desde el poder y fuera de él, se movieron las piezas del ajedrez político en beneficio o perjuicio de los suspirantes a ocupar la silla presidencial después del caudillo.

La lucha política soterrada entre los diferentes actores políticos por definir quién sería el agraciado se recrudeció a partir de los comienzos de 1923, cuando todavía faltaban casi dos años para que Obregón terminara su mandato.[ 42 ] Por fin, el 2 de septiembre de 1923, el general Plutarco Elías Calles autorizó a Luis L. León para que hiciera pública su renuncia al cargo de secretario de Gobernación que venía ocupando desde que comenzó la administración obregonista, y al mismo tiempo diera a conocer su aceptación a figurar como candidato a la presidencia del país.

En realidad y sin presentar la renuncia formal, podría decirse que desde mayo de ese año Calles dejó de ocuparse de los asuntos de la secretaría a su cargo. A fines de abril había estado enfermo[ 43 ] y a principios del mes siguiente viajó a San Fancisco, California, para ser operado de los maxilares en dos ocasiones; a su regreso permaneció en su recién adquirida hacienda Soledad de la Mota. A partir de ese momento, Calles ya no volvió a la ciudad de México sino como candidato, y el subsecretario Gilberto Valenzuela fue nombrado encargado del Despacho de Gobernación.

Al igual que Obregón años antes y años después, Calles se retiró del escenario por unos meses para poder contemplar, aquilatar y valorar de mejor manera la actuación de los principales actores políticos, bajo el pretexto de que quería alejarse de las presiones partidarias. Así se lo aconsejó Luis L. León a Calles:

A mí me parece que no debemos olvidar el ejemplo que nos dio el general Obregón en su campaña, y que por lo tanto hay que procurar que mientras la campaña no se "caliente", no llegue al público noticia alguna sobre que en dicha campaña tendrá preeminencia determinado partido, grupo o personalidad, pues esto forzosamente despierta emulaciones, celos e intrigas y hay que recordar cómo el general Obregón, con mucho talento, supo ir dejándose querer, conservando el equilibrio entre los grupos y las fuertes personalidades de su partido, sin que desde un principio se diera preeminencia a nadie.[ 44 ]

La decisión de cuándo renunciar y cuándo aceptar la postulación no fue tomada únicamente por Calles. A finales de julio de 1923 Obregón le hizo saber que en su

opinión el asunto debe aplazarse por algunos días hasta que se conozca el resultado definitivo de las conferencias de nuestros delegados, el cual espero se dará a conocer definitivamente antes del 15 del próximo agosto; pues siendo este asunto de la más alta trascendencia y estando tan próxima su resolución, creo que el resultado debe esperarse antes de provocar ningún cambio.

Por tanto, Calles se plegó a la decisión presidencial y aceptó renunciar "cuando tú lo juzgues conveniente, y, para el caso, te agradeceré que me mandes formular mi renuncia en los términos que juzgues convenientes, pues tengo la seguridad [de] que para estos casos tu golpe de vista es el mejor".

Desconocemos si el texto de la renuncia de Calles fue elaborado por él, por el presidente, o por Luis L. León, quien en agosto ya se perfilaba como uno de los principales asesores políticos de Calles; lo que sí podemos señalar es que la misma ya estaba redactada desde el 12 de agosto,[ 45 ] y en manos de León el 24. El 6 de septiembre la prensa nacional publicó lo que podríamos llamar el primer manifiesto de la campaña callista, elaborado por Calles desde su hacienda Soledad de la Mota, y a través del cual delineó lo que sería su programa de gobierno.

Haciendo a un lado los compromisos que con el tiempo se volvieron lugares comunes entre los futuros candidatos presidenciales oficiales, tales como el respeto y cumplimiento de los artículos 27 y 123 constitucionales, la importancia de llevar la educación a la población más desvalida social y económicamente, etcétera, existen en este primer manifiesto callista otros elementos expresados por el mismo candidato de manera particular que nos ayudan a comprender y explicar más cabalmente cómo concebía Calles en ese momento su participación en la campaña por la presidencia.

Debido a las presiones que diversos grupos políticos, especialmente el PNC, ejercían sobre él desde el primer semestre de 1923 para que aceptara ser candidato y formulara un programa, Calles le informaba a Obregón que había tenido que decirles que era "enemigo de grandes promesas, de esos grandes programas, que en la mayoría de las veces, los partidos y los candidatos de antemano saben que no van a cumplirse y que contienen un engaño para el pueblo". Para él, lo único a lo que se podía comprometer era a ser un continuador de la política y del gobierno obregonista en todos los ramos.

¿De dónde surgía esta posición? Una primera respuesta la encontramos en lo ya expuesto cuando nos referimos al PNC : la debilidad de los partidos que apoyaban a Calles frente a ese partido. Una segunda, en la intención callista de hacer una campaña muy parecida a la de Obregón en 1920. Y una tercera, en el deseo expresado por los más cercanos partidarios de Calles, conscientes de su limitada fuerza política, por evitar los celos y las divisiones, preocupados más bien por sumar y no restar, entre el mosaico partidario que existía en ese entonces.

Sin amilanarse ante las críticas por el programa expuesto, el 26 de septiembre Calles dio inicio a su campaña política en la ciudad de Monterrey, Nuevo León; de ahí se dirigió a Saltillo, Coahuila, y el 8 llegó a San Felipe Torresmochas, Guanajuato, pueblo en el que permaneció hasta el día 10, cuando salió rumbo a Irapuato, en donde al día siguiente se entrevistó con el presidente Obregón.[ 46 ]

De regreso, Calles encabezó un mitin en San Luis de la Paz, Guanajuato, en donde fue rechazado por algunas mujeres al grito de "Viva Cristo Rey". Cabe señalar que el tono de la respuesta de Calles prácticamente no se volvió a repetir en ninguno de sus futuros discursos como candidato pero sí como presidente de la república:

No vengo a conquistar aplausos, vengo a definir mi actitud como revolucionario, no quiero el voto inconsciente de los engañados, quiero el voto de los hombres libres que sepan a dónde y con quién van. Nosotros respetamos todos los credos, pero no venimos a conquistar voluntades enmascarándonos con ellas [...]. No seré yo quien tuerza las convicciones por el grito aislado de unos cuantos equivocados [...] Sé que esas personas que han venido a gritar "Viva Cristo Rey", [no] lo hacen porque sepan quién fue Cristo, sino porque las han aconsejado en el curato [...]. Yo recomiendo a los que están gritando " ¡Viva Cristo Rey!" [que] digan, a quienes les aconsejaron desde el púlpito, ¡que ya nos encontraremos en el campo de la lucha y que los volveremos a derrotar como los hemos derrotado siempre [...]! Nosotros no venimos combatiendo ninguna religión; como revolucionarios hemos luchado en contra del clero mismo, porque se respeten todas las creencias y todas las opiniones. A mí me atacan porque saben que no podrían sobornarme nunca, porque entienden, y entienden bien, que sé luchar como revolucionario por el mejoramiento de los desvalidos, contra sus más grandes enemigos: el capitalismo, el latifundismo y el clero.[ 47 ]

Después de la advertencia, Calles visitó Dolores Hidalgo, Celaya, Guadalajara y Ocotlán, y otra vez se entrevistó con el presidente Obregón en El Fuerte (Jalisco), de donde partió rumbo a Maravatío y El Oro en Michoacán. El 20 de octubre Calles arribó a la ciudad de Toluca, en el Estado de México.

Por fin, el 21 de octubre el candidato oficial llegó al corazón político del país, la ciudad de México. Sus partidarios organizaron una manifestación muy numerosa, integrada principalmente por obreros del Distrito Federal, del Estado de México, Hidalgo, Tlaxcala, Puebla, y algunos de Nayarit y Yucatán. A los pocos días de su llegada, Calles nombró un "centro director" de su campaña con las siguientes atribuciones:

1 a. El centro director será el conducto por el cual deberán tratarse todos los asuntos que se relacionan con la campaña electoral. 2a. El centro se encargará de resolver las dificultades relacionadas con la política general que puedan presentarse entre las distintas agrupaciones que sostengan mi candidatura, respetando estrictamente la organización interior y la autonomía de cada una de ellas y obrando sólo como centro de coordinación. 3a. El centro director tomará a su cargo todo lo relativo a la dirección, aportación de fondos y manejo económico y político de la campaña, auxiliado por las comisiones ejecutivas que se necesiten.[ 48 ]

Una vez asignado el papel que desempeñaría el centro director y las agrupaciones callistas en el desarrollo de la campaña, Calles abandonó la ciudad de México para continuar su gira por Hidalgo. Visitó Tula, Tlaulipan y Juandó. El 11 de noviembre en la capital de la república, el PNA llevó a cabo su convención general para elegir de manera formal a su candidato presidencial; como era de esperarse, el designado fue Calles y por ello se le invitó para que rindiera su protesta como tal. En virtud del "momento solemne" que se vivía, Calles expresó que era consciente de que al aceptar su designación había adquirido un "gran compromiso", que "con corazón, energías y sinceridad" cumpliría. Por esa razón dejaba por escrito sus palabras para que no se tergiversara lo que había dicho. Además "si mañana yo soy un prevaricador, yo soy un falso, yo soy un mentiroso", todos los campesinos del país podrían exigirle que cumpliera el compromiso que había asumido en esa convención.[ 49 ]

La siguiente población que visitaría Calles fue la ciudad de Puebla. Como el estado era uno de los principales bastiones cooperatistas, encabezado por el gobernador interino Froylán C. Manjarrez, se temió, con razón, que se suscitaran violentos enfrentamientos entre delahuertistas y callistas. El 18 de noviembre, después de celebrarse una manifestación de más de 15 000 personas, vigilada por una valla de soldados, desde los balcones del Hotel Arronte se dirigieron a la multitud Morones, León, Soto y Gama, Cuadros Caldas, algunos obreros y el propio Calles, los que pronunciaron discursos tan incendiarios, y previas acciones provocadoras, que los vaticinios de violencia se cumplieron: cuando Calles arribó a Puebla, sus partidarios se enfrentaron a tiros a unos jugadores de béisbol, ocasionando, entre heridos y golpeados, la muerte de un conductor de tren. Pero los enfrentamientos habían comenzado kilómetros antes: en Apizaco también había muerto un ferrocarrilero, y en Santa Ana, Tlaxcala, los partidos delahuertistas y callistas se habían enfrentado a pedradas, estacazos y puñaladas con saldo de varias víctimas.[ 50 ]

Ahora bien, cabe hacer notar que a pesar de que la imagen con la que se proyectó la candidatura callista era la de ser el abanderado de la clase obrera y de los campesinos, cuyos principales sostenes se encontraban en el movimiento obrero organizado representado por la CROM y su Partido Laborista Mexicano y por el PNA, en la primera etapa de la campaña, es decir, de septiembre a los primeros días de diciembre de 1923, resulta prácticamente imposible conocer, ya sea a través de la hemerografía, de los archivos consultados o de la bibliografía secundaria, el tipo de actividades que a la luz pública los líderes de ambas organizaciones desarrollaron en apoyo de su candidato. Sólo puede señalarse que Morones formaba parte de la comitiva que constantemente acompañó a Calles en sus giras, y las reacciones a favor y en contra que provocó la intervención de Samuel Gompers, líder de la importante organización obrera norteamericana American Federation of Labor, a favor de la candidatura callista.[ 51 ]

En síntesis, la primera etapa de la campaña presidencial de Calles guarda algunas similitudes con la de Obregón en 1920, pero también importantes y marcadas diferencias. Respecto de las primeras, cabe apuntar que al igual que el presidente en turno, también Calles, aparentemente, se retiró de la vida pública antes de aceptar su candidatura; y una vez que lo hizo, siguió el modelo obregonista de no permitir que su campaña y su figura fueran manejadas en exclusividad y en beneficio de un solo partido político, por lo que también promovió la creación de un "centro director" de las actividades partidarias callistas.

En cuanto a las segundas, es decir, las diferencias, como es más que sabido, para que Obregón pudiera lanzarse como candidato primero tuvo que tener de su lado a la mayoría de los principales jefes militares; en cambio, Calles sólo tuvo el apoyo de algunos y, principalmente, el de los líderes de las masas obrero-campesinas representadas por los partidos Laborista y Agrarista.

Como la situación de 1920 evidentemente era diferente a la de 1923, Calles tuvo que esperar el momento propicio, decidido por el caudillo Obregón, para hacer pública su renuncia al cargo que desempeñaba y aceptar su candidatura, dimisión que no sólo hubo de presentarse de esa manera por lo que atañe al restablecimiento de relaciones entre México y Estados Unidos, sino por la misma dependencia de Calles hacia el verdadero poder político de Obregón, debilidad que marcará la segunda etapa de su gira política.

La primera parte de la campaña fue lenta, pausada y con intervalos constantes; ello se debió, por un lado, a las amenazas que se cernían sobre un desarrollo pacífico de la misma, y por el otro, a la salud del candidato que, como él mismo señaló, no le permitía realizar una gira de un año. En estos meses las promesas de continuidad del programa obregonista marcan una diferencia, puesto que ahora no se habló de ruptura como con Carranza, de las metas revolucionarias ya incluidas en la Constitución de 1917, sino simplemente de su cabal aplicación. Aunque como otros autores ya han señalado,[ 52 ] el eje de las actividades realizadas por los sonorenses en el poder giró alrededor de la modernización de las prácticas capitalistas.

Para nosotros, los dos elementos a destacar en esta primera parte son el amenazante discurso anticlerical callista y la definición de la postura de Calles respecto de la cuestión agraria. El primero porque el enfrentamiento contra el clero político mexicano se recrudece en la segunda parte de la campaña, y permite rastrear las causas del estallido de la rebelión cristera; y el segundo, porque ayuda a deslindar más claramente que las pugnas y las diferencias entre Calles y De la Huerta, y los partidarios de cada uno de ellos, encuentran una explicación que va más allá de las luchas interpersonales por la conquista del poder.

Rebelión en lugar de votos

Cuando después de días, semanas y meses de estabilidad política tan precaria y vacilante por fin estalló, a principios de diciembre de 1923, la rebelión durante tanto tiempo anunciada en contra del gobierno del general Álvaro Obregón, pareció que a los que más tomó por sorpresa fue a los mismos que se levantaron en armas, pero no porque no se hubieran venido preparando de tiempo atrás para ello, sino porque el movimiento todavía no estaba lo suficientemente articulado, organizado, estratégicamente planificado y, sobre todo, unificado en sus metas.[ 53 ] Por ello, aunque puede considerarse que una de las causas de la derrota fue el precipitar la acción cuando aún faltaban siete meses para la celebración de las elecciones presidenciales y nueve para que de manera oficial se ratificara "la imposición" del general Plutarco Elías Calles como sucesor de Obregón, también debe tomarse en cuenta la creencia que compartieron los principales jefes levantados de que podrían repetir el éxito alcanzado en 1920 con la rebelión de Agua Prieta, la cual estalló cuatro meses antes de las elecciones y siete antes del relevo presidencial. Pero Obregón no era Carranza ni Calles el ingeniero Bonillas. A diferencia de la posición asumida por el primer jefe en su campaña de hostigamiento hacia la candidatura de Obregón, en 1923 éste dejó en paz a sus opositores con el objeto de cubrir las apariencias legales y democráticas.

Varias son las explicaciones que se han dado sobre el origen del levantamiento pero casi todas han centrado su exposición y análisis en aspectos de disputa o competencia por el poder, personalismos, ambiciones, etcétera, es decir, en cuestiones básicamente políticas.[ 54 ] Compartimos, en parte, las razones que se argumentaron y se argumentan en lo relativo a la razón por la cual estalló la rebelión; por supuesto que en esta pugna existió un rechazo a la recentralización del poder que llevó a cabo Obregón, apoyado por los sectores obrero-campesinos, frente a un país que era un verdadero mosaico de autonomías regionales pujantes y amenazantes formas de ejercer el poder y de abusar del mismo.

No obstante, y por eso señalamos que lo aceptamos en parte, estas razones únicamente nos han brindado una cara de la misma moneda. Sin embargo, existieron otras igual de importantes que ayudan a explicar de manera más cabal tanto ese fenómeno como el proceso de consolidación del Estado posrevolucionario en relación con los diferentes grupos sociales y económicos. Por un lado, según George Hansis Randall, las reformas militares llevadas a cabo por Obregón fueron una de las causas del estallido, pues a pesar de que logró "volver al ejército una moderna y efectiva institución", la reorganización del mismo fue desigual porque Obregón premió más que nada las lealtades a través del otorgamiento de dinero, coches, sobornos y corrupción, que provocaron en quienes no fueron beneficiados celos y envidias y, sobre todo, disminución de su poder. Además de que el caudillo, al no ser la única fuente de soborno, tuvo que competir con la que también ejercían los generales poderosos y los hacendados, razón por la cual "el ejército personal frecuentemente olvidaba su afiliación con el gobierno reformista de Obregón".[ 55 ]

Por otra parte, cuando se realiza el seguimiento estatal o regional por medio de los principales periódicos de la época o en archivos particulares del cúmulo de información, con toda seguridad conocida por Obregón, sobre las actividades, correspondencia y discursos que desarrollaron cada uno de los caudillos militares antes de la rebelión, los líderes políticos partidarios y algunos hacendados, podemos encontrar que, a pesar de la falta de un liderazgo cohesionador, existió efectivamente en la rebelión un hilo conductor que también fue unificador. Este hilo conductor es, en primer lugar, su rechazo a la aplicación del artículo 27 constitucional y su inclinación cada vez mayor hacia un conservadurismo en íntima alianza con quienes desde el Porfiriato tenían el dominio de la tierra. Junto con los informes constantes respecto de los preparativos militares, casi con la misma frecuencia se recibieron en Palacio Nacional solicitudes de intervención federal para detener las acciones antiagraristas y prolatifundistas de quienes participarían en la rebelión. En las declaraciones a la prensa, en las organizaciones políticas y en la propaganda que impulsaron civiles y militares se encuentra, algunas veces de manera explícita, franca y amenazante, y otras de forma velada y con subterfugios, la oposición al ejido, a las dotaciones y a las condiciones de pago, ya fuera previa o mediante, o con base en el valor fiscal o en el comercial.[ 56 ]

En el estallido de la rebelión también subyace el intento de los terratenientes y de los militares aliados a ellos de regresar las tierras afectadas por considerarlo un despojo, así como el de detener el reparto agrario, reactivado particular y sintomáticamente a partir de agosto de 1923 a través del Decreto sobre Tierras Nacionales, y el propósito de oponerse a que arribara a la presidencia alguien que, al menos en sus discursos y en atención a las bases político-sociales que lo apoyaban, prometía ser más radical que Obregón.[ 57 ]

¿Llegó Obregón a desconocer los preparativos, algunas veces "secretos" y otras públicos, del movimiento militar que se fraguaba en su contra? De ninguna manera. Durante su gobierno, las redes y los mecanismos de información puestos en práctica en la época que nos ocupa rindieron excelentes frutos. Ese sistema comprendió varios niveles y objetivos, aunque el vértice o el destino final a donde llegaba toda la información, independientemente del bando a que se perteneciera o del asunto que se tratara, era el de la presidencia de la república. A nivel interno, el presidente logró saber qué pasaba con cada gobernador, cacique local, caudillo regional y jefe de operaciones militares. Es a partir de la gran acumulación de datos recabados por Obregón que, al observar la historia particular de cada estado, de cada región y sobre las actividades de cada uno de los caudillos militares, de los gobernadores, de los líderes de los partidos políticos, de los campesinos, de los obreros, así como de los sectores que se sentían afectados por la aplicación o no de los artículos 27 y 123 constitucionales, habría que ubicar la amenaza de estallido de una gran rebelión, desde la llegada de Obregón a la presidencia, cuando lenta, pero de manera inexorable, comenzó a gestarse una oposición, en principio velada, disimulada y subterránea, y después abierta y violenta contra su régimen, de parte de aquellos principales, civiles o militares, que le brindaron su apoyo o se aliaron a él para llegar al poder.

En este sentido, no es 1923 el que marca el inicio del conflicto, sino de manera más evidente 1922 y quizá hasta un año antes, ya que en términos político-ideológicos podríamos apuntar como parte de su origen la salida, y por consiguiente el desplazamiento del poder, de personas como Rafael Zubarán Capmany, Enrique Estrada, Salvador Alvarado y Antonio I. Villarreal, y el declive y colapso del PLC, cuya derrota trajo también como consecuencia la ruptura de Obregón con muchos militares. En marzo de 1922 la División Militar de Inteligencia del Ejército de Estados Unidos, al evaluar la situación que prevalecía en México, realizó una lista de los que bajo cualquier pretexto o motivo, pero cada vez más debido a su creciente descontento con la administración obregonista estaban dispuestos a levantarse en armas; esa lista contenía los nombres de Guadalupe Sánchez, Fortunato Maycotte, Manuel García Vigil, Enrique Estrada y Salvador Alvarado, es decir, de los futuros cabecillas en la rebelión delahuertista.[ 58 ]

Y de la misma manera que Obregón tuvo conocimiento de esta información, también supo de todos los preparativos militares y de las alianzas que se fueron fraguando conforme avanzaba el año de 1923. Lo que marcó que estas acciones se volvieran un "secreto a voces" para el resto de la población fue el arranque de la campaña presidencial, en la que los principales contendientes, a través de los discursos, la propaganda y la prensa partidaria, hablaban de la inminencia de una rebelión, ya fuera, se decía, para evitar la imposición de Calles o para defender la llamada democracia obregonista.

Obregón no ejerció ninguna acción pública para detener esos preparativos. Pero a diferencia de su desprecio no expresado públicamente por la fuerza de los partidos políticos opositores, él estaba plenamente consciente de la que sí tenían algunos de sus ex compañeros de lucha dentro del ejército y por lo mismo continuó con su "vigilante espera", con el reforzamiento de los mandos leales y con constantes llamados a la no injerencia de la milicia en asuntos de carácter político. En septiembre, la Secretaría de Guerra y Marina ordenó varios cambios en las jefaturas de operaciones militares bajo el argumento de que algunos jefes habían permanecido demasiado tiempo en determinado lugar y habían desarrollado lazos de amistad con políticos y autoridades locales, por lo que se podría correr el riesgo de que procedieran parcialmente en la lucha cívica que se avecinaba.[ 59 ]

Como es sabido, junto con Adolfo de la Huerta se sublevó el sesenta por ciento, aproximadamente, del ejército nacional, encabezado por los militares ya mencionados y por los cooperatistas y civiles delahuertistas. Después de que De la Huerta proclamó su plan, procedió inmediatamente a la organización de su gobierno, tratando de ajustarse, en la medida de lo posible, a los ordenamientos legales. Sin embargo, muy pronto se enfrentó a la indisciplina de sus seguidores ya que todos querían mandar y nadie obedecer. Los estados en los que se verificó de manera más denodada la rebelión fueron: Veracruz, Puebla, Jalisco, Campeche, Tabasco, Yucatán y, en menor medida, Tamaulipas. En el desarrollo de la misma fueron importantes tanto los triunfos o fracasos en el terreno militar como el apoyo y los recursos que cada uno de los bandos en pugna logró obtener dentro del país, en Estados Unidos, en Europa o en Cuba. En el primer aspecto, la desventaja numérica de las fuerzas obregonistas frente a la preponderancia militar de los delahuertistas rápidamente se vio equilibrada y superada gracias a que Obregón consiguió la venta de armas, aviones y pertrechos que autorizó el gobierno estadounidense, y a que su conducta fue igualmente asumida por los gobiernos de Francia, Alemania, España y Cuba, países en donde los llamados cónsules delahuertistas fracasaron rotundamente en sus intentos por conseguirlas.

En principio, Obregón solicitó al Congreso Nacional facultades extraordinarias en los ramos de Hacienda y Guerra. En seguida se abocó a dirigir las operaciones contra el general Enrique Estrada en el oeste, y dispuso que el general Eugenio Martínez se dirigiera a Veracruz; Calles a Monterrrey y San Luis Potosí, y Juan Andrew Almazán a Puebla. En los primeros días los levantados alcanzaron algunos éxitos, pero para el 22 de diciembre Almazán y Martínez lograron recuperar Puebla y se dirigieron a Guadalajara para reforzar al general Joaquín Amaro. La CROM, el PLM y el PNA procedieron de inmediato a organizar cuerpos de obreros y campesinos con el fin de defender al gobierno constituido, y solicitaron el apoyo de los obreros norteamericanos afiliados a la Federación Americana del Trabajo.[ 60 ]

En enero de 1924 la situación se inclinaba cada vez más a favor de las fuerzas leales al gobierno. El día 3 de ese mes fue asesinado en Yucatán el gobernador y presidente del PSSE Felipe Carrillo Puerto junto con otras personas, entre ellas varios de sus hermanos, lo que ocasionó un sinnúmero de protestas a nivel nacional, encabezadas por la CROM, quien amenazó con hacer uso de la acción directa contra los enemigos del proletariado: los delahuertistas y los cooperatistas. El 29 de ese mes se trabó la batalla decisiva que marcó el declinar de los levantados en la estación de Esperanza, situada en los límites entre Puebla y Veracruz, en la que salieron vencedoras las fuerzas federales. De aquí en adelante en todas las batallas los delahuertistas fueron derrotados. Cayó Córdoba y después Orizaba; poco después el puerto de Veracruz, de donde el 5 de febrero salió huyendo De la Huerta rumbo al puerto de Frontera, Tabasco, para después embarcarse hacia La Habana con destino a Estados Unidos.[ 61 ] Allí trató de reorganizar el movimiento para volver al país por Sonora, pero su intento fracasó. El 14 de febrero de 1924 el secretario de Guerra Francisco R. Serrano declaró que la rebelión ya había sido dominada, aunque fue hasta fines de año cuando se aniquiló a los últimos cabecillas del movimiento.

Segundo tiempo

Rebelión en lugar de votos

La situación por la que atravesaba el país en los primeros meses de 1920 hizo de Mazatlán el segundo baluarte del carrancismo: primero Obregón, como jefe supremo de las fuerzas destacadas en Sonora y Sinaloa entre 1913 y 1915, y después Calles, como jefe militar de la rebelión, se habían atraído a su causa a la mayor parte de los generales que controlaban estas zonas, entre ellos al general Flores, quien desde el 9 de abril de 1920 desconoció al gobierno carrancista[ 62 ] y fue nombrado por De la Huerta, jefe de la Primera División del Cuerpo del Ejército del Noroeste.[ 63 ]

Después de celebrarse las elecciones constitucionales, el 27 de septiembre de 1920, Flores rindió la protesta de ley como gobernador de Sinaloa para el periodo 1920-1924. De acuerdo con lo que señala un autor, los revolucionarios sinaloenses pelearon más por abrirse un espacio político de participación que por destruir la hacienda, cuyas características de producción no semejaban la situación prevaleciente en otros estados, como el de Morelos. Los hacendados sinaloenses eran hombres emprendedores y no obstaculizaban el acceso legal a la tierra por parte de los pequeños agricultores; además, en Sinaloa se había sufrido una alta escasez de mano de obra que había obligado a los propietarios a aumentar los salarios para atraer o retener a los trabajadores, o a aceptar a los mayos y yaquis deportados, y por consiguiente no había una tradición de lucha por la tierra.[ 64 ]

Para la mayoría de los sinaloenses era incomprensible que se hablara de problemas por la posesión y explotación de las tierras, así que el gobernador Flores, junto con la Comisión Local Agraria y en franca oposición a la presión ejercida desde fuera del estado por la Nacional Agraria y los agraristas de Soto y Gama, obstaculizó la tramitación de solicitudes por restitución o dotación de tierras e impidió la aplicación de la ley de 6 de enero de 1915; además, la legislatura local solicitó al Senado que se reformaran (minimizaran) los efectos del artículo 27 constitucional.[ 65 ] De siete solicitudes que se presentaron antes o durante la gestión de Flores (hasta 1923), todas fueron suspendidas o negadas, sin importar siquiera que hubieran sido acordadas por decisión presidencial.[ 66 ]

Como se ha señalado, a partir de 1923 comenzaron a perfilarse más claramente los candidatos a suceder en el cargo al presidente Obregón. De entre todos ellos destacaron evidentemente De la Huerta y Calles. Ángel Flores aún aparecía tenuemente esbozado en el espectro político de ese momento, pues no realizó ninguna actividad pública para aumentar sus apoyos, y no delineó programa de gobierno hasta septiembre de ese año. Por su parte, los floristas sí comenzaron a organizarse y de esta forma el Sindicato Nacional de Agricultores [ SNA ], principal organización de los terratenientes, realizó en junio una convención para delimitar el tipo de actividades que desarrollarían y así poder contender en la futura campaña. En julio se sumaron los integrantes del Partido Nacional Republicano, de tendencia católica. Decían que el SNA representaba a otros 180 sindicatos locales y que sus labores comenzarían con la organización política de las haciendas.[ 67 ]

Cuatro días después de que Calles aceptó públicamente su candidatura, el SNA promovió la formación de su brazo político, la llamada "Liga Política Nacional" que estuvo integrada, según la prensa, por hombres de negocios, industriales, comerciantes, agricultores y católicos. El 28 del mismo mes Flores aceptó ser su candidato así como su programa de gobierno.

Desde esta fecha hasta antes del estallido de la rebelión delahuertista, las declaraciones que hizo Flores fueron muy pocas y menos aun las actividades que visiblemente realizó. Es decir, a pesar de que algunos autores como John F. Dulles mencionan que Flores se oponía a la candidatura de Calles, no ha sido posible encontrar datos que avalen esa aseveración, aunque cuando por fin estalló la sublevación, la actitud de Flores fue ambigua y, de acuerdo con declaraciones que más tarde hicieron varios diputados callistas, existían evidencias en el archivo correspondiente a la Secretaría de Guerra sobre la labor que en los primeros días del levantamiento desarrolló el gobernador de Sinaloa con el fin de cohechar a jefes y tropas en Sonora y Sinaloa por conducto de su jefe de Estado Mayor. El intento había fracasado por causas ajenas a su voluntad. Quizá por esta razón, la adhesión de Flores al gobierno de Obregón no fue inmediata como la de otros. Cuatro días después del levantamiento, Flores informó al presidente haber reasumido la gubernatura de su estado en defensa del gobierno federal.

Flores reapareció en el escenario político hasta principios de abril, cuando inició un viaje con destino a la capital del país sin fines electorales, se dijo. Pasó primero por Colima y el 11 de abril a las 10:55 de la noche, en Guadalajara, el Hotel Francis se vio cimbrado por el estallido de una bomba, propalándose que iba dirigida contra Ángel Flores, quien se encontraba alojado allí. El suceso no alcanzó el supuesto fin que perseguía y el gobernador de la entidad José G. Zuno, en el informe que rindió al presidente Obregón, lo calificó como una comedia de propaganda a la que no eran ajenos los ex delahuertistas amnistiados que atiborraban el vestíbulo del susodicho hotel.

Por fin ya en la ciudad de México, Flores declaró que reiniciaría su campaña el 1o. de mayo, una vez que tuviera la certeza de que sus partidarios contaban con el dinero suficiente para sostenerlo. De ello dieron prueba los floristas cuando aseguraron, el 16 de abril, haber reunido ya millón y medio de pesos. Por su parte, Flores, el llamado "candidato mudo" por la prensa, no mostró ni mostraría ningún apresuramiento por iniciar su campaña electoral. El 2 de mayo lanzó un manifiesto a la nación en el que explicó las causas por las que había aceptado figurar como candidato presidencial y, entre otros ofrecimientos, prometió que, si resultaba electo presidente, se consagraría

a armonizar la interpretación y aplicación de las leyes constitucionales, no expresamente reglamentadas, los derechos legítimos de todos los interesados; promoviendo el acercamiento y la prosperidad de los pequeños propietarios y protegiendo el justo cumplimiento de las reintegraciones ejidales, pero sin lesionar legítimos derechos preexistentes ni lastimar los derechos fundamentales de toda propiedad bien adquirida y sin autorizar actos o procedimientos que puedan tener apariencia siquiera de despojos; reconociendo el legal derecho de huelga sancionado por la Constitución, pero garantizando enérgicamente la inalienable libertad de trabajo que consagra el artículo 4o. [...] y muy señaladamente, al propio tiempo me esforzaré porque todos los extranjeros de trabajo y de empresa que se avecinen en la república disfruten de amplias y completas garantías en sus personas o intereses, con toda energía, evitaré que los extranjeros, de cualquier nacionalidad que sean, puedan en ningún caso gozar de privilegios o prerrogativas de que no pueden disfrutar los mexicanos, garantía mínima para la ciudadanía mexicana en nuestra patria.

Y al final, Flores hizo un llamado a todos los ciudadanos:

No he querido exponer un programa de gobierno detallado y analítico, porque rara vez permite el curso de diarios y varios acontecimientos, el cumplimiento de esa clase de intenciones articuladas al detalle, y no quiero prometeros más de lo que pueda cumplirse [...]. Yo empuño la bandera de la democracia enfrente de todas las oligarquías, sean de arriba, sean de abajo. Esa bandera es la misma de Juárez y de Madero y con ella alcanzaremos el triunfo legal. ¡Conciudadanos a las urnas!

Después de la publicación de este manifiesto, Flores volvió a aparecer hasta el 16 de mayo cuando participó en un mitin obrero en el Distrito Federal. Al mismo tiempo, los floristas iniciaron, por primera vez, una propaganda aérea con el auxilio de un aeroplano Lincoln Standard, comenzando en el mismo Sinaloa, así como con la celebración de un mitin en la ciudad de México, en el que Juan Sánchez Azcona, jefe de la propaganda florista, elogió a Porfirio Díaz como "digno de la eterna remembranza del pueblo mexicano", y René Capistrán Garza, jefe de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), señaló que sólo ellos en el campo de la lucha tenían el derecho de enarbolar la bandera nacional, pues los otros -los revolucionarios- habían renegado de ella.

Fue hasta el 1 o. de junio cuando Flores inició propiamente su campaña en la ciudad de Puebla, a escaso mes de que se llevaran a cabo los comicios presidenciales. Cuando llegó a la Angelópolis las campanas fueron echadas a vuelo y lo mejor de la sociedad poblana se volcó a recibirlo. De Puebla, el candidato se dirigió a Pachuca, Hidalgo, y de allí a San Juan del Río y a la ciudad de Querétaro donde se suscitaron dos enfrentamientos a balazos, porque entre la comitiva de Flores iba el ex gobernador de la entidad, Francisco Ramírez Luque, delahuertista amnistiado y en esos momentos jefe de la propaganda florista en esa entidad.[ 68 ]

De Querétaro, Flores viajó a Celaya, Guanajuato, y después a Aguascalientes. En el andén de la estación de esta última población ocurrió el tercer suceso sangriento en el que se vio envuelto Flores (a él no le ocurrió nada), promovido por agraristas contrarios a su candidatura. Se dijo que después de esos graves acontecimientos Flores decidió regresar a la capital del país escoltado por tropas federales; sin embargo, la prensa no registró su llegada y sí, en cambio, se habló cada vez más de la fusión del florismo con el delahuertismo derrotado y de la inminencia de un nuevo levantamiento.

A pesar de las quejas y aclaraciones públicas de los dirigentes del SNA y de la Liga Política Nacional respecto de que ellos no estaban involucrados en ningún movimiento en contra del gobierno de Obregón, el asunto de la preparación de un nuevo levantamiento contra el gobierno obregonista en el que participarían floristas y ex delahuertistas no carecía de fundamento. Con la reproducción de una carta dirigida por Froylán C. Manjarrez, ex gobernador de Puebla y ex delahuertista, a José Manuel Álvarez del Castillo, agente confidencial delahuertista ante la Casa Blanca, el hecho no pareció muy alejado de la verdad. En parte de la misiva Manjarrez dio el siguiente consejo a Álvarez:

Los últimos comunicados revolucionarios acusan una inteligencia con el partido florista. ¡No te metas en esa burrada! Nosotros no tenemos por qué avergonzarnos de haber seguido al señor De la Huerta, porque en todo caso era una escisión entre el mismo Partido Revolucionario tradicional. Habrá si tú quieres diferencia de criterio en cuanto al procedimiento, pero siempre bajo nuestros indiscutibles principios de renovación social. Pero el florismo es una claudicación absoluta, es la traición a la revolución, la reacción misma, neta y descarada. Y ni tú ni yo debemos mancharnos con eso, ya que nuestro único patrimonio dentro de la política mexicana son nuestros firmes principios revolucionarios.

Sorpresivamente, Flores reapareció en Durango a mediados de junio y declaró a su llegada que tenía pensado ir a la ciudad de Guadalajara, pero ante la clausura de las oficinas del SNA de Jalisco por haberse descubierto un gran acopio de armas, decidió marcharse a Durango. En México se habló de que ya se había rebelado y de que se ignoraba cuál era su verdadero paradero.[ 69 ]

El 2 de julio, ya de regreso a sus dominios sinaloenses, Flores lanzó un manifiesto dirigido a los obreros, y a fines de ese mes, una vez efectuados los comicios, declaró que no saldría del país por carecer de dinero y aclaró que no abandonaría la lucha política hasta que fueran dictadas las resoluciones definitivas en el asunto electoral. Después de esto, Flores se retiró a la vida privada; solo y pobre murió en un hotel de Culiacán el 31 de marzo de 1926.

La actividad electoral de Flores fue muy poca, desganada y podríamos decir "desangelada". ¿Cómo fue posible que un caudillo militar menor y regional como Ángel Flores hubiera pretendido dar el gran salto para llegar a la silla presidencial? Tres hechos parecen dar respuesta a esta pregunta:

En primer lugar, estaría la relación de Ángel Flores con Álvaro Obregón, la cual, de acuerdo con las fuentes consultadas fue en extremo cordial hasta antes de la celebración de las elecciones, ya que al parecer Flores compartió con Obregón el afán y el interés agrícola modernizador. Por ejemplo, a pesar de los problemas económicos del gobierno obregonista, el presidente logró que se financiara el canal Antonio Rosales, cuyo costo fue de un millón y medio de pesos y que no solamente benefició al norte de Sinaloa sino también al sur de Sonora, donde se encontraban las propiedades agrícolas de Obregón.

Asimismo, como pago por los servicios prestados durante la campaña contra Villa en 1915, el presidente gestionó la compra de un coche especial de ferrocarril, el cual debía estar "lo mejor acondicionado posible, conteniendo comedor, oficina y camarotes" para obsequiárselo a Flores. O el otorgamiento de diversas cantidades de dinero o equipo con cargo a la "Partida de Gastos Extraordinarios del Presupuesto de Egresos vigente de la Secretaría de Guerra y Marina".[ 70 ]

A pesar de las acusaciones de los diputados callistas en contra del gobernador de Sinaloa por su actuación durante la rebelión delahuertista, Obregón aceptó en mayo de 1924 regalar a Flores un automóvil Lincoln (siete asientos) con valor de 11 720 pesos oro nacional, siempre y cuando la compañía Sewell Motors aceptara que el pago se hiciera "noventa días después de su entrega, en cuya época habrían desaparecido las causas que por ahora me impiden ordenar el pago del coche aludido, pidiendo a usted usar esta carta para presentarla a los interesados si así lo desean".

Por otro lado, Flores poseía un verdadero espíritu empresarial, ya que en el tiempo que fungió como gobernador impulsó la formación de la "Compañía Irrigadora del Humaya" para administrar el Canal Rosales, cuyos socios eran el mismo gobierno del estado, el general Juan José Ríos, Severiana Tamayo, José Valencia y algunos otros.

Otro proyecto que Flores propuso a Obregón fue el de hacer de la costa del Pacífico una importante zona marítima, comercial y portuaria, invitando al presidente a aceptar que compañías navieras francesas que proyectaban prolongar sus líneas hasta San Francisco, California, por la vía Panamá, pudieran tocar Mazatlán, Manzanillo y Salina Cruz. O hacer de la Bahía de Magdalena, en Baja California, un apostadero naval para los buques mexicanos que navegaban en el Pacífico, ya que Baja California sería "la primera tierra que sufra las consecuencias de las ideas expansionistas que cada día se marcan mejor". Por tanto, para salvarla había que comunicarla por mar y tierra, para lo cual ya se habían comenzado a construir 90 km de carretera entre el puerto de La Paz y Bahía Magdalena.

Es evidente que entre Ángel Flores y el presidente Obregón existía gran afinidad de intereses -aunque también diferencias- que posibilitaron en el primero la certeza de que conseguiría el apoyo total del caudillo sonorense para sucederlo en el cargo que desempeñaba. En segundo lugar, nos encontramos con las concepciones que sobre la realización de las metas revolucionarias defendió Flores. Aun cuando sus discursos hayan sido escasos, en ellos y en las cartas enviadas al presidente trató de dar respuesta a las cuestiones más palpitantes que había planteado la revolución.

Respecto del problema de la tierra, él consideraba que en México no había necesidad de reparto agrario. Para Flores en realidad se trataba de un problema de producción. Creía que no era posible que en un país con una extensión de dos millones de kilómetros cuadrados, con sólo quince millones de habitantes, pudiera haber problema de la tierra. El problema de producción quedaría resuelto cuando se protegiera al pequeño productor sin destruir al grande, y para ello había que impulsar la irrigación.[ 71 ]

En lo referente a la propiedad comunal o ejidal, Flores opinaba que se debía proceder a la "desmancomunización" de los predios a favor de la nación y, junto con los terrenos baldíos que hubiera, podía procederse a su fraccionamiento y venta, por lo que desautorizaba los despojos, las invasiones y que no se hubieran respetado estrictamente los preceptos constitucionales.

En cuanto a los obreros, reconocía el legal derecho de huelga sancionado por la Constitución. Resultaba por demás claro que no se podía ser indiferente al sufrimiento de los trabajadores, máxime cuando se había vivido entre ellos, pero esto no justificaba que se apartaran de la verdad y de la justicia ni que se predicara la desaparición del capital o la lucha de clases. Flores tampoco creía que el salario del trabajador pudiera ser fijado arbitrariamente, a menos que se promoviera la abundancia de capitales. El obrero mexicano no sólo tenía derechos que cumplir para con la patria, la sociedad y la familia: consideraba que después de tantos años de lucha había llegado ya la hora de la reconstrucción, para lo cual se necesitaba del trabajo constante de cada uno dentro de la esfera y en las circunstancias en que hubiera nacido; con amor al trabajo era como se podrían alcanzar tiempos mejores.

La revolución ya había terminado, o más aún, en el discurso de Flores parecía no haber existido. En su opinión las demandas sociales debían revisarse para desechar las nocivas y quedarse sólo con aquellas que no afectaran las buenas conciencias ni los "legítimos derechos" adquiridos por las personas aptas, capaces y progresistas de la sociedad mexicana antes de la revolución. Sólo habría reacción si era engendrada por los comunistas, que era el peligro del momento. Con esta forma de pensar y de actuar como gobernador y candidato, Flores resultó la persona idónea para las fuerzas conservadoras que otra vez se decidieron a participar abiertamente por el poder y fuera del grupo en el poder: la Liga Política Nacional y el Sindicato Nacional de Agricultores [ SNA ].

Años después, el SNA declaró que por "sentido común" sus integrantes nunca habían mezclado sus intereses con los de la Iglesia católica. En relación con la "política activa", por decisión de los integrantes de su organización, en una sola ocasión habían participado en ella cuando apoyaron la candidatura presidencial de Ángel Flores con el fin

de colocar en el primer puesto de la nación a un ciudadano que había sido el único gobernante que había comprendido el problema agrario en la misma forma que el sindicato, que había demostrado su amistad constante para con él y le había ayudado en sus trabajos, y en fin que merecía por sus cualidades personales y políticas ser apoyado por todos los que tuvieran por mira el verdadero interés de la patria.

Y como la política no era su objetivo fundamental, los dirigentes del SNA se habían abstenido de comentar el resultado de las elecciones de 1924, aun cuando estaban convencidos de que no habían errado y tenían "la seguridad completa y absoluta de que no nos habíamos equivocado al emprenderla, y de que habíamos interpretado los verdaderos sentimientos de los agricultores en general".[ 72 ]

Para concluir, quisiéramos referirnos a una de las probables causas del olvido en que, dentro de la historiografía y la memoria revolucionaria, cayó este personaje. Al parecer, Ángel Flores pensó que, en virtud de las fuerzas que lo apoyaban y de los lazos de amistad y de intereses que lo unían con el presidente Obregón, realmente podía llegar a ocupar la silla presidencial. Cuando pasadas las elecciones resultó por demás evidente que había perdido, comenzaron a circular, cada vez con más frecuencia, noticias públicas y privadas, enviadas a Obregón, de las labores de unificación que venía realizando Flores con los delahuertistas derrotados (entre otros el mismo Adolfo de la Huerta, Jorge Prieto Laurens y Alonso Capetillo) para iniciar un nuevo movimiento armado que esta vez sí derrocara al gobierno obregonista. Asimismo, se hablaba del apoyo económico (un millón de dólares) que ciudadanos estadounidenses e ingleses con propiedades agrícolas y mineras en Chihuahua brindarían a la nueva rebelión, "a cambio de concesión en la zona petrolera federal de 25 000 hectáreas ".

No sólo estos grupos buscaron arrastrar a Flores a un enfrentamiento con Obregón, también algunos integrantes del SNA y de la Liga Política Nacional desarrollaron febril actividad para conseguirlo, fijando como fecha del levantamiento el día que la Cámara de Diputados declarara el nombre del ganador a la presidencia, para de esta forma impedir la transmisión pacífica del poder. Aun cuando no tuvieron éxito, Flores guardó un enorme rencor hacia Obregón y éste no le perdonó su vinculación con los delahuertistas. Según informaba José V. Hass, secretario particular de Flores, su jefe no entraría "en conveniencias con el gobierno, mientras Álvaro Obregón sea presidente", lo haría cuando Calles asumiera el poder.[ 73 ] Sin embargo, esta actitud resultó a la larga más perjudicial para él que para el grupo en el poder. Como ya asentamos, murió solo y abandonado, dejando a su familia en la pobreza y con pocas probabilidades de volver a obtener algo del gobierno.[ 74 ]

En realidad, la candidatura presidencial de Ángel Flores no muestra su fuerza como candidato de oposición, sino los intentos y la movilización que lograron articular los grupos conservadores floristas. Flores actuó de manera vacilante y temerosa; en sí, su plataforma de gobierno no presenta diferencias sustanciales con el programa que a la larga llevaron a cabo los revolucionarios en el poder. El problema fueron los grupos que lo apoyaron y creyeron que había llegado, de nueva cuenta, una segunda oportunidad, después de su intentona con Victoriano Huerta, de influir en los hombres y en el programa surgidos de la revolución.

Ángel Flores no es el candidato reaccionario que nos presenta la prensa diaria de aquella época, sobre todo si se compara con los postulados de gobierno de Calles o con las acciones realizadas durante el gobierno de Obregón. Es, sí, el candidato de la oligarquía católica terrateniente y comercial (aliada con los revolucionarios desplazados) que había sido derrotada pero no aniquilada, a la cual se le había arrebatado el poder político pero no el económico y que, ante los hechos consumados, comenzó a buscar el camino de la oposición legal; primero, mediante las elecciones en 1924, después por medio de la guerra con la rebelión cristera, y posteriormente a través del compadrazgo económico y el maridaje político con los revolucionarios triunfantes.

Ángel Flores fue el candidato de la reacción por su idealismo, por su apego a la ley, por su popularidad en el noroeste del país, por su posición agraria y por su fama de incorruptible. Frente a la reciedumbre e intransigencia de un Calles "bolchevique" y radical, qué mejor que un Flores conciliador, provinciano, con espíritu modernizador, brillante gobernador pero lleno de ambigüedades. Fue un hombre complejo que, a pesar de haber estado comprometido con la metas revolucionarias no acabadas de definir del todo, y haber encontrado las fisuras del proyecto sonorense, nunca se atrevió a romper con él ni defendió al contrario desde las filas abiertas de la oposición. A la larga, resultó un candidato opaco que no pudo comprometerse totalmente con las fuerzas e intereses contrarrevolucionarios que lo apoyaron.

Plutarco Elías Calles el candidato revolucionario bolsheviki

Ante la gravedad de los acontecimientos por el estallido de la rebelión, Calles decidió suspender su gira electoral para solicitar a la Secretaría de Guerra que fuera autorizado su reingreso al ejército. El 16 de diciembre arribó a la ciudad de San Luis Potosí como jefe de Operaciones Militares en el Norte.[ 75 ] Una vez concluida su participación para aplastar la rebelión delahuertista, la Secretaría de Guerra volvió a conceder a Calles licencia ilimitada para que se dedicara de lleno a su campaña.

El 25 de marzo, en Torreón, Coahuila, Calles anunció el reinicio de su campaña; ratificó todas sus anteriores declaraciones en relación con los problemas sociales del país y prometió continuar la política de Obregón "porque ella ha respondido a las exigencias constitucionales". Asimismo, confirmó que el manejo y el ordenamiento de su campaña estaría a cargo del centro director integrado meses atrás, mismo que debía formar una "central directora" encargada de la propaganda, "sin función política, ni influencia, ni intromisión en los asuntos que atañan a los distintos partidos que me postulan, cuya hegemonía he ofrecido siempre respetar", por lo que su tarea sería la de armonizar los intereses políticos contrapuestos, cuando así fuera requerido por los mismos partidos. Sólo la Comisión de Hacienda sería reorganizada, pues algunos de sus antiguos miembros ocupaban puestos públicos incompatibles con esa comisión.[ 76 ]

Del anuncio hecho por Calles sobre el reinicio de su campaña a que ésta comenzara efectivamente pasaron quince días, y por ello se escogió una fecha estratégica, política y simbólica para los campesinos revolucionarios: la conmemoración del quinto aniversario de la muerte de Emiliano Zapata. Los organizadores del acto fueron Antonio Díaz Soto y Gama y Rodrigo Gómez, del PNA, y contaron con la ayuda del presidente Obregón, quien dispuso que salieran trenes especiales de contingentes campesinos de Puebla, Distrito Federal y Puente de Ixtla hacia Cuautla.

En esa población, Calles pronunció uno de los discursos más importantes de su campaña en términos ideológico-políticos sobre la cuestión agraria. El general comenzó por señalar que "ante la tumba de Zapata hemos venido a depositar la trinitaria de nuestra gratitud", pues

una vez más, es necesario que sepa la reacción mexicana y la reacción extranjera que yo estaré siempre con los principios más avanzados de la humanidad; que sepa una vez más que ese programa revolucionario de Zapata, ese programa agrarista es mío. Que sepa una vez más que los puntos que Zapata no pudo condensar en su plan los continuaremos todos los buenos revolucionarios [...] y únicamente quiero decirles que el héroe descanse en paz, que su obra está concluida y de hoy en adelante las generaciones campesinas presentes y futuras pasarán por la brecha que él abrió en el corazón de la humanidad.

De regreso a la ciudad de México, el Partido Cívico Progresista (PCP) organizó la participación de Calles en una emisión de la estación de radio CYL, propiedad de los hermanos Azcárraga. Para que la transmisión pudiera ser escuchada en toda la república, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes solicitó a los organizadores que la misma comenzara a las nueve de la noche, pues era la primera vez que en México un candidato hacía campaña política a través de ese nuevo medio de comunicación.

En virtud de que Calles ya había cubierto la "cuota agrarista" con su asistencia al magno evento que había organizado el PNA en Cuautla, ahora le tocó cubrir la de los laboristas; por esa razón, la estancia de Calles en la capital del país duró unos cuantos días pues tuvo que trasladarse a la inauguración de la convención del Partido Laborista de Zacatecas y de la Confederación Ferrocarrilera, misma con la que ambas organizaciones reiniciaron formalmente sus actividades propagandísticas.

El itinerario de Calles después de dejar Zacatecas fue el siguiente: ciudad de México y San Luis Potosí; en Tamaulipas, Tampico y Ciudad Victoria; en Nuevo León, Linares, su hacienda Soledad de la Mota, donde descansó unos días para después dirigirse a Monterrey;[ 77 ] en Michoacán, Acámbaro, Zitácuaro, Morelia, Uruapan y La Piedad ; la ciudad de Querétaro; Guadalajara, Jalisco; la ciudad de Colima; otra vez Guadalajara; Irapuato, Guanajuato; la ciudad de Aguascalientes, así como Yurécuaro y Zamora en Michoacán.

El 26 de mayo el general Calles arribó a la ciudad de México. A su llegada, hizo un primer balance de su campaña, y expresó su satisfacción por el éxito alcanzado durante la gira de cuarenta días, "que, más que política, había sido una gira social". Una explicación aparente del regreso de Calles fue que se decidió que el centro director de la campaña hiciera el registro de su candidatura en todo el país a más tardar el 15 de junio. Al efecto, fue necesario mandar sacar de los archivos notariales el acta constitutiva del centro para presentarla ante Gobernación. Otra causa de más fondo fue el estado de salud del candidato.[ 78 ]

Al día siguiente, los partidos coligados callistas celebraron un mitin en el Teatro Esperanza Iris, para hacer la presentación de sus candidatos a diputados y senadores.[ 79 ] Después de descansar cerca de dos semanas, Calles inició la última etapa de su campaña, y el 8 de junio salió rumbo a Veracruz donde visitó Orizaba, Córdoba, el puerto y Jalapa. Regresó a la capital del país; visitó Santa Ana Chiautempan en Tlaxcala y Cuernavaca, Puente de Ixtla e Iguala, en el estado de Guerrero. Como última etapa de su gira, Calles estuvo en Toluca, en el Estado de México. En la madrugada del 27 de junio Calles llegó a la ciudad de México para celebrar su cumpleaños, y ese mismo día en la noche salió rumbo a Yucatán, pues un año antes había prometido a Carrillo Puerto que estaría en Mérida en la fecha en que se verificarían las elecciones presidenciales. El 28 arribó al puerto de Veracruz para abordar el vapor estadounidense Mexico que lo conduciría a la tierra del ex gobernador socialista, junto con una comitiva de diputados yucatecos y demás partidarios que lo acompañaban.

El domingo 6 de julio la campaña presidencial callista se dio por terminada, al emitir Calles su voto en la ciudad de Mérida, en la sección electoral 39, "instalada en la colonia Ginares, en el edificio de la Escuela Benito Juárez". Allí votó a favor de los candidatos a diputados y senadores postulados por el Partido Socialista del Sureste, y por Ramón Ross para presidente de la república.[ 80 ]

La estancia de Calles en la capital de la república fue muy breve, pues el 15 de julio salió junto con sus hijas Natalia, Ernestina y Alicia y con su médico de cabecera, el doctor Francisco Campos, rumbo a Europa. ¿Cuál fue la razón por la que Calles decidió visitar primero Alemania? La respuesta se remonta a tiempo atrás, y aun cuando la documentación consultada no nos permite precisar con exactitud las fechas en que Calles comenzó a sentirse enfermo, sí sabemos que a partir de 1922 sus males se recrudecieron y que se le aconsejó una operación para solucionar el problema.

Muy probablemente las circunstancias políticas que marcaron su nominación presidencial, el desarrollo de la campaña y las limitaciones legales que establecían la residencia por un año en México antes de que se verificaran las elecciones obligaron a Calles a retrasar su viaje. Es por ello que ni siquiera esperó a conocer el resultado oficial de las mismas, le bastó saber el que le proporcionó el centro director de su campaña. La enfermedad y las dolencias ya no podían esperar más tiempo, además de que hubiera sido políticamente imposible que se ausentara del país por casi tres meses una vez que ocupara el cargo presidencial. Después de más de tres meses de estar ausente, el 11 de noviembre de 1924 Calles hizo su arribo a la capital del país.[ 81 ]

En suma, en relación con la primera, existen en la segunda etapa de la campaña callista diferencias importantes que es pertinente destacar. En términos globales, aun cuando no se puede señalar que el programa callista hubiera variado a partir del triunfo militar y político sobre la rebelión delahuertista, sí cambió la intensidad y el tono del discurso. A partir de la seguridad de la derrota de los más fuertes y principales opositores, nos encontramos con un Calles más agresivo, firme y contundente en la exposición de su programa de gobierno, situación de la que tampoco fueron ajenos sus seguidores. Ahora, prácticamente ya no se habló de continuidad del programa obregonista, sino de algo más amplio y que los rebasaba a ambos en términos temporales: la aplicación de los postulados fundamentales de la Constitución, que hacia 1924 eran concebidos por los intereses del antiguo régimen -internos y externos-, y por algunos de los mismos grupos revolucionarios, particularmente para maderistas y carrancistas, como en extremo radicales.

Justamente será sobre este último señalamiento que se montará el afianzamiento de la imagen de Calles frente a la opinión pública nacional y extranjera. Como Calles carecía de la aureola militar y caudillista que rodeaba al presidente Obregón, y tampoco poseía la imagen conciliadora de De la Huerta, tanto él como quienes lo apoyaron se dedicaron, para diferenciarse y tomar distancia de los otros dos, a resaltar la aparente radicalidad del ex secretario de Gobernación. Claro está que esa imagen no fue artificialmente construida a partir de que aceptó su candidatura; Calles ya la traía tras de sí y buen ejemplo de ello son sus no olvidadas acciones como gobernador de Sonora en relación con la expulsión de los sacerdotes, su campaña contra los yaquis y la implantación de la llamada ley seca; o como secretario de Industria, Comercio y Trabajo en el gabinete carrancista su gestión a favor de los huelguistas de Orizaba, Veracruz.

Entonces, hacia 1923-1924, la imagen pública de Calles era la de un hombre intransigente, anticlerical, testarudo, siniestro y torvo, pero a la vez recto, honesto, nacionalista, obrerista, que se había ganado a pulso el calificativo de revolucionario, sinónimo de estar a favor de las grandes masas desposeídas y de ser promotor de los cambios históricos imprescindibles a favor de ellas, "moderno y modernizador", muy hábil político y, por todo ello, evidentemente radical. Algunas de estas características las compartía con Obregón y De la Huerta, pero hubo otras que justamente marcan la diferencia entre ellos. Esas diferencias no sólo tienen que ver con los caracteres propios de cada ser humano, sino también con la promesa, el discurso, la consecución de las metas revolucionarias y con las relaciones que cada uno de ellos entabló con los diferentes grupos que los apoyaron, y de los cuales devino su fuerza o su debilidad. De la Huerta lo hizo con los caudillos regionales menores con mando de fuerza militar, los sectores medios urbanos y burocráticos, algunos intereses extranjeros y algunos grupos obreros (básicamente en parte del gremio ferrocarrilero). Obregón, en cambio, se apoyó en las mayorías campesinas y obreras, en parte del ejército y los generales leales al caudillo así como en Estados Unidos. Calles, se apoyó en los líderes de las bases campesinas, pero principalmente en las de las obreras, y también, aunque de ello no se hace mención en los análisis de la época y en los posteriores, y es pertinente subrayarlo, en sectores medios urbanos, pues eso fue lo que representó el apoyo y la movilización del Partido Cívico Progresista.

Otro elemento que contribuyó a que en la opinión pública se reforzara la imagen radical de Calles fue el de presentarse como un candidato obrero-campesino; es decir, a diferencia del planteamiento florista, que habló de luchar por la implantación de un gobierno nacional, Calles constantemente hizo énfasis en que su gobierno únicamente se abocaría a la defensa de aquellos grupos sociales, sin aparentemente tomar en cuenta o importarle ahondar la división de la sociedad mexicana. Para sus opositores, y con base en la captación e interpretación que se hacía de sus discursos y de su imagen, la unificación del país que Calles decía anhelar únicamente estaba planteada para los revolucionarios y no para todos los mexicanos.

Ahora bien, como es de sobra conocido, la meta primordial del proyecto sonorense, al igual que la de la revolución en su conjunto, consistió en alcanzar la modernización económica, política y social del país para colocarlo a la "altura de los países adelantados", como cada uno de los integrantes del triunvirato sonorense arguyó en su momento. No es nuestra intención resumir lo que se ha considerado como los principales planteamientos callistas, pues como mencionamos al hablar de la primera parte de la campaña callista, ya otros autores lo han hecho, en especial Arnaldo Córdova, quien ha analizado y expuesto con detalle las diferencias y similitudes en la aplicación de ese proyecto entre Obregón y Calles, en materia agraria, laboral, de creación de infraestructura, bancos, ejército, etcétera. Esos aspectos son abordados por Calles en sus discursos como candidato: el ejido como forma transitoria de propiedad, la aspiración de fomentar y crear la pequeña propiedad, la concepción de la resolución del problema agrario como algo integral y no sólo político como lo concebía Obregón, la creación del banco único de emisión y de los bancos refaccionarios agrícolas, el impulso al desarrollo de la infraestructura (carreteras e irrigación), etcétera.[ 82 ]

Pero lo que sí es de nuestro interés señalar son otros aspectos que consideramos igual de importantes que los arriba apuntados. En primer lugar, queremos referirnos a la constante idea de Calles de que con su gobierno por fin se lograría "hacer Patria", como si a partir de él se tuviera que empezar de cero para acabar con la "triste caravana de parias", producto no de la dictadura porfirista, sino de siglos de expoliación a raíz de la conquista. Es decir, para Calles el origen de la revolución formaba parte de un proceso que no se había iniciado con la administración de Porfirio Díaz: los males que aquejaban a los mexicanos provenían desde el momento mismo en que los españoles habían pisado tierras americanas.

Quizá por su formación magisterial y liberal, Calles contemplaba el desarrollo del país como un proceso histórico, en evolución constante hacia el progreso, razón por la cual a lo que prometía dar respuesta su gobierno no era únicamente a los problemas mediatos planteados por la lucha revolucionaria, sino también a los que se arrastraban desde tanto tiempo atrás. Pero precisamente, como el pasado, origen de las tantas injusticias que afrontaba el presente ya no tenía remedio, lo importante en el programa callista era lo que la revolución prometía para el futuro.

Es por eso que Calles, concebido a sí mismo como paradigma de lo avanzado, de lo nuevo, de lo "moderno y civilizado", como el salvador de los mexicanos a quienes había que redimir y moralizar, en una palabra, hacer "evolucionar", planteó su lucha contra lo reaccionario, lo viejo, lo injusto, lo arcaico y lo obsoleto; en suma, contra todo aquello que se oponía al progreso en constante marcha ascendente de mejoramiento colectivo, incluidos en el mismo saco obreros, campesinos, capitalistas, terratenientes, etcétera, pero siempre y cuando fueran progresistas y comprendieran que el radicalismo de Calles no iba más allá de ese anhelo de reformas sociales, razón por la cual nunca atentaría contra los intereses legítimamente creados.

Como cada discurso de Calles pareció ser concebido de antemano dependiendo del lugar en donde iba a ser pronunciado y de la gente que lo iba a escuchar, encontramos que la imagen de radicalidad estuvo sujeta a cada una de esas variables. Ante la tumba de Zapata, su radicalidad agraria asustó a los latifundistas; cuando asistió a una convención obrera, anunció que antes de claudicar en la defensa del proletariado se aventaría a un precipicio envuelto en la bandera rojinegra; pero si estaba en la ciudad de México, o si pronunciaba un discurso por radio, esa radicalidad sufría una metamorfosis y entonces hablaba de conciliación, de reconocer la importancia del capital, y de que obreros y campesinos no sólo tenían derechos que reclamar, sino deberes que cumplir con la nueva patria prometida. Efectivamente, aceptaba que era un radical y retaba a los conservadores y reaccionarios a derrotarlo, pero todo el tiempo señalaba que su límite era la legalidad marcada por la nueva Constitución, y que lo único que tenían que hacer aquéllos era encontrar los beneficios que la misma carta magna les concedía.

Es más, al igual que Obregón años atrás, Calles también tuvo el buen cuidado de pronunciarse contra la implantación del "sovietismo" en México: una cosa era que, como él mismo señaló, hubiera un "interés filosófico" en dicha doctrina, y otra muy distinta que esas "ideas exóticas" pudieran tener cabida en el sistema capitalista imperante en el país. Por lo mismo, era importante que quedara claro para los inversionistas, sobre todo los extranjeros, que él no concebía que el capital externo fuera el explotador, sino el mexicano que lo contagiaba de los vicios y malas mañas adquiridas desde tiempos remotos.

Asimismo, al margen de los planteamientos generales sobre el propósito de mejorías sociales, y de hablar de derechos y deberes, en el pensamiento callista, cada grupo social tenía previamente asignado un papel que cumplir, y así, todo lo que pudiera realizarse en México debía tener como base la "organización, más organización, más organización". Cualquiera que intentara actuar de manera libre, autónoma o individualmente, no tendría cabida en el programa callista ni en el de la revolución hecha gobierno, sin importar a qué grupo social nos estemos refiriendo. Es más, como el Estado revolucionario era el único capacitado para guiar y disciplinar a las corrientes impetuosas -las masas obreras y campesinas-, y transformarlas de agentes de destrucción en elementos útiles e inofensivos para la sociedad, para Calles no había ninguna contradicción en que, por ejemplo, considerara que la única acción que permitiría su futuro gobierno a los sindicatos sería la defensa de sus intereses económicos, pues los políticos les estarían vetados.

Como la bandera que esgrimió fue la de las reformas sociales, y quienes se oponían a ellas retrasaban la justa y natural evolución histórica del país y ocasionaban que éste perdiera tiempo en su tránsito hacia el progreso, para Calles los principales enemigos a vencer eran el clero fanatizador, el vicio y la ignorancia. Con el impulso a la educación se podrían erradicar las dos últimas. Pero conforme al tono del discurso callista, la lucha contra el primero estaba planteada en términos de aniquilamiento, de desaparición, de enfrentamiento frontal y directo.

Hasta ahora se han planteado como los antecedentes más cercanos en el tiempo del enfrentamiento entre el Estado callista y la Iglesia católica mexicana la expulsión del delegado apostólico monseñor Filippi en 1923, la reproducción de unas declaraciones del obispo José Mora y del Río en contra de los artículos 3o., 5o., 27 y 130 y la decisión de Calles de consignar esas declaraciones ante el procurador general de la república, la expulsión de los sacerdotes extranjeros y las reformas al Código Penal en lo concerniente a las actividades públicas de la práctica católica. Sin pretender restar importancia a esos acontecimientos, nosotros planteamos que el origen de la disputa que llevó a la rebelión cristera ya en el gobierno callista fue prefigurada a partir de la beligerancia propiciada por los discursos y las acciones no sólo del mismo Calles, sino también de sus oradores en campaña. Pareciera que los contendientes comenzaron a preparar el terreno sobre el cual habrían de medir sus fuerzas; y si en un primer momento esa lucha se planteó en términos de disputa democrática por la consecución de los votos, el terreno minado sobre el que ambas fuerzas caminaron no podía augurar otro desenlace que el que sobrevino pocos años más tarde.

Por último, cabe apuntar que si en su actitud y en sus discursos Calles se empeñó en mostrar fortaleza y determinación, en la práctica algunos elementos nos llevan a pensar en un cierto grado de debilidad. En primer lugar, y como es reconocido, quien realmente salió fortalecido del triunfo sobre la rebelión delahuertista fue Obregón; es cierto que gracias a ella, Calles pudo crear o afianzar nuevas y viejas alianzas en las zonas que durante la sublevación tuvo bajo su control: pero quien conservó e incrementó el manejo de los hilos del poder presidencial y caudillista fue Obregón.

En segundo término, aun cuando hacia marzo-abril de 1924 prácticamente ya no existió ningún cuestionamiento respecto de que Calles iba a ser el sucesor de Obregón por parte de los grupos obregonistas -gobernadores afines, generales leales, diputados y senadores-, a partir de ese momento la lucha se planteó por la nominación de los candidatos a diputados y senadores. Es decir, se aceptó a Calles pero no a los grupos obrero-campesinos representados por los partidos Laborista y Agrarista; y este rechazo no atendió exclusivamente a diferencias personales, sino que se debió también a serias diferencias ideológicas de representatividad y de radicalismo respecto de los intereses que debía defender el nuevo gobierno revolucionario.

En tercer lugar, porque a pesar de que se podría argüir que la actitud de Calles no era ninguna novedad puesto que la misma había sido adoptada años atrás, cuando aconsejó a De la Huerta, candidato a la gubernatura de Sonora, que no participara en la conformación del congreso local sonorense para respetar lo que aconsejaban las prácticas democráticas y así evitar recriminaciones futuras en el desarrollo de su gobierno, lo cierto es que dicha recomendación pudo haber sido emitida por alguien que ya no iba a ocupar el ejecutivo local, pero en 1924 la situación era totalmente diferente, porque significaba iniciar una nueva administración, y en este caso presidencial, con un congreso federal cuya mayoría iba a estar integrada por personas ajenas y contrapuestas al proyecto callista.

Además, consideramos que dicha determinación no sólo tuvo que ver con la debilidad de Calles y de las fuerzas callistas que lo apoyaron. También estuvo relacionada con el estado de salud del candidato, situación que, por un lado, lo obligó a emprender un viaje a Europa casi al día siguiente de celebradas las elecciones y, por otro, a no poder o no querer defender y brindar su apoyo a los candidatos obrero-campesinos.

Tercer tiempo

Domingo de elecciones y resultados

Por fin, después de nueve meses de que formalmente había iniciado la campaña política para suceder en el cargo al presidente Obregón, llegó el 6 de julio, día de elecciones para presidente, senadores y diputados en toda la república y en algunos estados para gobernador. El anhelo largamente acariciado por el grupo Sonora de transmitir el poder pacífica y legalmente se acercaba cada día más.

Un día después, en el Distrito Federal, los titulares de los periódicos consignaron: "Desde ayer es el general Calles el presidente electo de la república", "La batalla comicial no revistió los caracteres de graves desórdenes que se temían" y "Hubo en varias casillas escándalos provocados por los agitadores de las candidaturas de nulo arrastre político pero no fueron mayores ni de más consecuencias que los que generalmente se suscitan en toda lucha electoral". Los amagos de trastornar la tranquilidad pública habían sido muy pocos y las elecciones habían podido llevarse a cabo "dentro de un ambiente completamente democrático".

La no instalación de casillas o la instalación de más de una en la misma sección, antes o después de la hora fijada por ley, el robo de urnas, la imposición de candidatos, las amenazas, desapariciones, presiones y hostilidades contra los opositores, la falta de registro de candidatos o partidos, la carencia de credenciales, la retención o destrucción de las boletas de votación, la inexistencia de listas electorales o su "extravío", el uso de los "bastones electorales" o de macanas "para asegurar la quieta y pacífica emisión de votos", los puñetazos y las pedradas, los heridos, el asalto a las casillas, la participación de los militares, la aparición en la capital del país de mujeres con blusas rojas y faldas negras que en algunas casillas impidieron que los votantes se acercaran siquiera, o la alarma causada en la ciudad de México por los 50 carros blindados "Arnulfo R. Gómez", con 30 soldados y una ametralladora al mando de un oficial, que al circular por las calles dispararon de sus aspilleras "algunos tiros de salva como prueba", pero que al darse cuenta de ello los transeúntes se dedicaron a "admirar estos nuevos instrumentos de guerra con que cuenta desde hace poco el Ejército Nacional", en fin, ninguna de las quejas e irregularidades formuladas tanto por callistas, floristas e independientes, remitidas a la Secretaría de Gobernación y consignadas por la prensa los días siguientes a la elección, impidieron que se generara un consenso respecto de la legalidad de las elecciones.

El 27 de septiembre, durante la sesión del Colegio Electoral, se aprobó, sin debate, el dictamen elaborado por la Gran Comisión sobre el "cómputo general de los votos emitidos en las diferentes entidades federativas", y el decreto que declaró válidas las elecciones, ganador a Calles para el periodo 1924-1928 y fijó el 30 de noviembre para que el presidente electo se presentara ante el Congreso de la Unión "a otorgar la protesta de ley". Conforme al conteo oficial, de un total de 1 593 257 votos, Calles obtuvo 1 340 634, Flores 252 599, y 24 para "otros". Porcentualmente, 84.14% de los votos emitidos fue para Calles y 15.85% para Flores.

Una primera aproximación al resultado electoral de los comicios presidenciales de 1924 para comprender un poco más el impacto que alcanzó el florismo -que, si bien no se reflejó en un gran despliegue de fuerza propagandista ni de Flores ni de los floristas, sí se vio capitalizado en el recuento de los votos- nos señala lo siguiente. Desglosando los datos, tenemos que Flores ganó en los territorios de Baja California (con 3 788 votos) y evidentemente en Sinaloa (con 21 212 votos), aunque en el lugar en donde obtuvo más votación fue Guanajuato (con 37 723 votos), seguido por Zacatecas (con 29 261 votos) y por Michoacán (con 21 629 votos); los estados donde casi no obtuvo votos fueron Chiapas (con 23 votos), Quintana Roo (con 10 votos) y Yucatán (con 150 votos), y en los que no obtuvo ninguno fueron Campeche y Tabasco.

El número de votos emitidos a favor de Flores en 1924 como candidato de la oposición no fue superado sino hasta 1946 por Ezequiel Padilla con 443 357. Ni Vasconcelos en 1929 (110 979 votos) ni Antonio I. Villarreal en 1934 (29 395 votos) ni Juan Andrew Almazán en 1940 (151 101 votos) lograron superar esta cifra.

A las 12:00 del 30 de noviembre de 1924 y "ante más de 30 000 personas", el general Plutarco Elías Calles tomó posesión de la primera magistratura del país en el Estadio Nacional, conforme a un decreto aprobado por el Congreso de la Unión en el mes de octubre anterior.[ 83 ]

[ 1 ] Este artículo es una apretada síntesis de mi libro La campaña presidencial de 1923-1924 en México, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1998.

[ 2 ] Carlos Martínez Assad et al., La sucesión presidencial en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México-Nueva Imagen, 1981, p. 14.

[ 3 ] Conforme a lo señalado por A. Matute, "el uso de la prensa es defendible. Es una fuente que permite el seguimiento de muchos acontecimientos y, sobre todo, su trascendencia pública. Prescindir de ella para sólo servirse de fuentes inéditas de archivo traería el peligro de magnificar hechos que no pasaron de las intenciones de quienes redactaron algunos documentos. Lo que publica la prensa es compartido por muchos, es algo que se ventila y evidencia la voluntad de quienes la elaboran de que se conozca lo que ahí se dice". Álvaro Matute, Historia de la Revolución Mexicana. Las dificultades del nuevo Estado, México, El Colegio de México, 1997, v. 7, p. 7-8.

[ 4 ] Véase Georgette José Valenzuela, "El secreto a voces que terminó en rebelión (septiembre-diciembre de 1923)", Eslabones, México, Sociedad Nacional de Estudios Regionales, n. 2, diciembre 1991.

[ 5 ] Jorge Prieto Laurens, 50 años de política mexicana: memorias políticas, México, Editora de Periódicos y Revistas, 1968, p. 100.

[ 6 ] John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la revolución 1919-1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 125; Jorge Prieto Laurens, 50 años de política mexicana: memorias políticas, México, Editora de Periódicos y Revistas, 1968, p. 115, 129; Alonso Capetillo, La rebelión sin cabeza. Génesis y desarrollo del movimiento delahuertista, México, Botas, 1925, p. 77.

[ 7 ] George Hansis Randall, Álvaro Obregón, the Mexican Revolution and the politics of consolidation, 1920-1924, tesis de doctorado, Albuquerque, University of New Mexico, 1977, p. 117.

[ 8 ] Véase introducción, selección y notas de Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 79, 81.

[ 9 ] Después de la muerte de Villa, el general Eugenio Martínez encontró en Canutillo cerca de ocho mil rifles, medio millón de municiones, granadas de mano y bombas; "George Russel informaba que funcionarios mexicanos no dudaban que De la Huerta había sido el instrumento para la compra de esas armas y que junto con Villa venían trabajando en sus ambiciones presidenciales". George Hansis Randall, Álvaro Obregón, the Mexican Revolution and the politics of consolidation, 1920-1924, tesis de doctorado, Albuquerque, University of New Mexico, 1977, p. 144, 228.

[ 10 ] El Demócrata, 2 de agosto de l923.

[ 11 ] Los presidentes de México ante la nación, México, Imprenta de la Cámara de Diputados, 1966, v. III, p. 588.

[ 12 ] "No hay memoria, seguramente, de una lucha parlamentaria más encarnizada, activa, pasional y trascendente, como la que durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1923 libraron [los diputados de la xxx Legislatura ] [...]. Nada faltó en aquellas memorables jornadas: discursos elocuentes, acusaciones terribles, amenazas sádicas, cohechos y sobornos, injurias, calumnias, asesinatos y tumultos." Alonso Capetillo, La rebelión sin cabeza. Génesis y desarrollo del movimiento delahuertista, México, Botas, 1925, p. 79. "El régimen obregonista tuvo fuertes opositores en el parlamento y en la prensa [...] y todos los opositores, durante los tres primeros años de ese régimen, disfrutaron de amplias garantías [...] todos los actos de ese gobierno eran públicamente discutidos. Muchos de los asuntos que [el presidente] recomendaba a las cámaras eran combatidos y echados abajo por abrumadoras mayorías." Miguel Alessio Robles, Historia política de la revolución, México, Botas, 1938, p. 333-334.

[ 13 ] "[...] quien gana la Comisión Permanente, gana el Congreso de la Unión ; y quien gana el Congreso de la Unión, gana la presidencia de la república [...] una vez celebradas las elecciones de diputados, la Permanente delahuertista no registraría sino aquellas credenciales de sus correligionarios, para constituir con ellos el próximo Congreso; y, puesto que a ellos tocaba calificar y dictaminar sobre las elecciones, el triunfo del señor De la Huerta estaba cómoda y prácticamente asegurado sin necesidad de tener, ni con mucho, la mayoría legal de los sufragios". Alonso Capetillo, La rebelión sin cabeza. Génesis y desarrollo del movimiento delahuertista, México, Botas, 1925, p. 79-80.

[ 14 ] El Universal, 14 de octubre de 1923; El Demócrata, 15 de octubre de 1923; George Hansis Randall, Álvaro Obregón, the Mexican Revolution and the politics of consolidation, 1920-1924, tesis de doctorado, Albuquerque, University of New Mexico, 1977, p. 146; Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 112-114.

[ 15 ] Véase la versión de Pani sobre este asunto en Alberto J. Pani, Apuntes biográficos, México, Stylo, 1945.

[ 16 ] El amparo concedido a Prieto Laurens fue revocado por la Suprema Corte de Justicia a petición de Obregón, John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la revolución 1919-1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 172.

[ 17 ] Las versiones sobre este asunto son muy contradictorias tanto las recogidas por la prensa como las versiones posteriores, incluida la que años más tarde noveló Martín Luis Guzmán en La sombra del caudillo.

[ 18 ] El Demócrata, 6 de noviembre de 1923. Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 104-P-106.

[ 19 ] Diario Oficial de la Federación, 13 de noviembre de 1923.

[ 20 ] Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 104-P-106.

[ 21 ] El Demócrata, 8, 20, 24 y 25 de noviembre de 1923. El Universal, 7, 11, 15 y del 20 al 24 de noviembre de 1923.

[ 22 ] El Demócrata se vendió en 225 000 pesos frente a 200 000 que ofrecieron los anticallistas. John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la revolución 1919-1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 170; Archivo Plutarco Elías Calles, gaveta 1, exp. 70.

[ 23 ] John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la revolución 1919-1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 189; El Demócrata, 30 de noviembre de 1923.

[ 24 ] El Demócrata, 6 de diciembre de 1923. "[...] quien resolvió la batalla parlamentaria del callismo fue precisamente el grupo de cooperatistas disidentes [encabezados por José M. Puig Casauranc, Romeo Ortega, Luis L. León y Emilio Portes Gil], pues a no haber sido por ellos, jamás hubieran ganado la Comisión Permanente los bloques agrario-laborista y socialista del sureste que contaban con una muy pequeña representación dentro de la Cámara ". Alonso Capetillo, La rebelión sin cabeza. Génesis y desarrollo del movimiento delahuertista, México, Botas, 1925, p. 78.

[ 25 ] La noticia exacta sobre la venta de El Mundo, periódico de Martín Luis Guzmán, y sobre la protección que Alberto J. Pani le brindó, puede verse en El Demócrata, 6 de diciembre de 1923.

[ 26 ] Véase Georgette José Valenzuela, La campaña presidencial de 1923-1924 en México, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1998.

[ 27 ] Adolfo de la Huerta, Memorias de... (Según su propio dictado), México, Ediciones Guzmán, 1957.

[ 28 ] El Universal, El Demócrata, Excelsior, 23 de septiembre de 1923.

[ 29 ] Archivo Plutarco Elías Calles, gaveta 19, exp. 121.

[ 30 ] Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 106-107. De la Huerta aludía al programa que había dado a conocer Calles el 5 de septiembre anterior en el que, entre otras cosas, prometía continuar con la política llevada a cabo por Obregón.

[ 31 ] Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 107-108.

[ 32 ] El 27 de septiembre Alberto J. Pani fue nombrado nuevo secretario de Hacienda. El Universal, 28 de septiembre de 1923.

[ 33 ] Adolfo de la Huerta, Memorias de... (Según su propio dictado), México, Ediciones Guzmán, 1957, p. 234-235.

[ 34 ] Excelsior, 27 de enero de 1958, citado por Carlos Moncada, El Quijote de la revolución. Vida y obra de don Adolfo de la Huerta, Sonora, Gobierno del Estado, 1982, p. 76-77.

[ 35 ] El Universal, 26 de septiembre de 1923.

[ 36 ] Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 109, 111.

[ 37 ] El Universal, 5 y 19 de octubre de 1923.

[ 38 ] Como cuando rinde protesta como candidato del Cooperatista: "Por la intensísima y no interrumpida labor que he tenido que llevar a cabo para encauzar la avasalladora corriente con que la opinión pública condena la imposición que torpemente pretende llevar a cabo el gobierno actual, tiempo me ha faltado para coordinar mis ideas, para seleccionar mis pensamientos, y vengo impreparado, únicamente para presentar mis respetos a esta asamblea y a hacer una vez más mi profesión de fe revolucionaria". El Universal, 24 de noviembre de 1923.

[ 39 ] En el programa del Ferrocarrilero se hablaba de repartir las tierras previo pago. El Demócrata, 5 y 6 de noviembre de 1923.

[ 40 ] Manuel González Ramírez, Planes políticos y otros documentos, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 266-269.

[ 41 ] Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 221-223.

[ 42 ] Véase Georgette José Valenzuela, El relevo del caudillo (De cómo y por qué Calles fue candidato presidencial), México, El Caballito, 1982.

[ 43 ] Calles padecía de osteomielitis tuberculosa o tuberculosis vertebral. Georgette José Valenzuela, "El viaje de Plutarco Elías Calles a Europa y Estados Unidos", Revista Mexicana de Sociología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales, n. 3, julio-septiembre de 1995, en especial la nota 12.

[ 44 ] Archivo Plutarco Elías Calles, gaveta 17, exp. 21.

[ 45 ] "Te acompaño mi renuncia y sólo va en blanco el lugar para la fecha."Carlos Macías, Plutarco Elías Calles. Correspondencia personal: 1919-1945, México, Gobierno de Sonora, Instituto Sonorense de Cultura-Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca, 1991, p. 79-81, 95.

[ 46 ] El Demócrata, 9 y 12 de octubre de 1923.

[ 47 ] El Demócrata,13 de octubre de 1923. La respuesta católica no se hizo esperar. Al día siguiente comenzó a circular un volante-cadena anticallista que entre otras cosas decía: "¡Cómo podrás permitir tú, virgen pura, que un hombre ruin, de las lejanas tierras exóticas del Oriente, tal como un Elías Calles, que no sintió mecer su cuna bajo tus frondas y en esta misma tierra, que desde el Tepeyac cubres con tu manto de áureas estrellas y de bondad infinita, pueda, engañando a las multitudes con falsos evangelios, instigarlas para que lo eleven al poder, para después continuar su obra de anarquía, de despojo, de asesinato y de violación, más allá del Soviet Ruso! ¡Oh, Virgen Purísima de Guadalupe, reina de la nación mexicana [...] haz [...] que el gobernante futuro de tu nación sea un mexicano de raza y de corazón [...]. Señor presidente Obregón: los varones fuertes, como vos, sirven de centinelas para guardar el honor nacional y un deshonor será si le prestáis vuestro apoyo para asaltar el poder". El Diario, 14 de octubre de 1923.

[ 48 ] El Universal, 24 de octubre de 1923.

[ 49 ] Los delegados fueron 1 670. El Universal, 13 de noviembre de 1923.

[ 50 ] El Universal, 18 y 20 de noviembre de 1923. El Demócrata, 19 de noviembre de 1923.

[ 51 ] Para más detalles, véase Luis Fernando Álvarez, México-Estados Unidos: internacionalismo de los movimientos laborales, del PLM a la CTAL, tesis de maestría, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1992, p. 79-80.

[ 52 ] Vid. Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana, México, Era, 1973, en especial los capítulos V y VI.

[ 53 ] El mismo De la Huerta consideró: "Es un mal paso que se da, pues es prematuro". Adolfo de la Huerta, Memorias de... (Según su propio dictado), México, Ediciones Guzmán, 1957, p. 252.

[ 54 ] Véase Alonso Capetillo, La rebelión sin cabeza. Génesis y desarrollo del movimiento delahuertista, México, Botas, 1925; Luis Monroy Durán, El último caudillo, México, José S. Rodríguez, 1924; Enrique Plasencia, Personajes y escenarios de la rebelión delahuertista, 1923-1924, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas-Porrúa, 1998.

[ 55 ] George Hansis Randall, Álvaro Obregón, the Mexican Revolution and the politics of consolidation, 1920-1924, tesis de doctorado, Albuquerque, University of New Mexico, 1977, p. 207, 217.

[ 56 ] Archivo General de la Nación, Obregón-Calles. Véase Excelsior, El Demócrata y El Universal para las declaraciones y movilizaciones de las organizaciones de terratenientes en diversos lugares de la república, sobre todo de septiembre a diciembre de 1923.

[ 57 ] José Rivera Castro, "Política agraria, organizaciones, luchas y resistencias campesinas entre 1920 y 1928", en Carlota Botey y Everardo Escárcega (coords.), Historia de la cuestión agraria mexicana, México, Siglo XXI Editores-Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1981, v. IV, p. 32.

[ 58 ] George Hansis Randall, Álvaro Obregón, the Mexican Revolution and the politics of consolidation, 1920-1924, tesis de doctorado, Albuquerque, University of New Mexico, 1977, p. 229 y s.

[ 59 ] Los primeros cambios fueron en las plazas de Durango, Yucatán, Nayarit y Tabasco. El Universal, 27 de septiembre de 1923.

[ 60 ] El PNA formó un Departamento de Acción Militar y, según un autor, contribuyó con 10 000 campesinos armados para sofocar la rebelión. José Rivera Castro, "Política agraria, organizaciones, luchas y resistencias campesinas entre 1920 y 1928", en Carlota Botey y Everardo Escárcega (coords.), Historia de la cuestión agraria mexicana, México, Siglo XXI Editores-Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 1981, v. IV, p. 52. Por su parte, la CROM creó un "Comité Organizador Revolucionario" con el objeto de realizar propaganda a favor de la militarización de los obreros. El Demócrata, 14 de diciembre de 1923.

[ 61 ] "El presidente electo de Cuba, amigo de De la Huerta, arregló con un acaudalado médico de Key West, Florida, que De la Huerta entre a Key West disfrazado; el jefe rebelde pasaría por otro, cuyo pasaporte se pudo conseguir para el efecto." John F. Dulles, Ayer en México: una crónica de la revolución 1919-1936, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, p. 237.

[ 62 ] José C. Valadés, Historia general de la Revolución Mexicana, México, Manuel Quezada, 1967, v. VII, p. 266, 380.

[ 63 ] Clodoveo Valenzuela y Cháverri Matamoros, Sonora y Carranza, México, Casa Editorial Renacimiento de G. Sisniega, H. Hno., 1921.

[ 64 ] Hubert Carton de Grammont, Burguesía agrícola y estado en Sinaloa, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales, 1987.

[ 65 ] Marte R. Gómez, Historia de la Comisión Nacional Agraria, México, Centro de Investigaciones Agrarias, 1975, p. 106, 122, 242-244, 278.

[ 66 ] Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 818-F-13; 711-F-22.

[ 67 ] "Constituían tal sindicato, bajo cuyo nombre se ocultaba un verdadero partido político, los hacendados que se sentían lastimados por la aplicación de la Ley Agraria. Su bandera, en la realidad, correspondía a la contrarrevolución, no tanto por defender los derechos de la legítima propiedad, cuanto por negar el valor de la Constitución y anidar el propósito de contrariar los principios de la revolución, exceptuando el del sufragio universal, del cual quería servirse en 1924, con la candidatura de Flores." José C. Valadés, Historia general de la Revolución Mexicana, México, Manuel Quezada, 1967, v. VII, p. 367-368.

[ 68 ] El Universal, 6 y 27 de diciembre de 1923; 12 de abril, 2 y 10 de mayo; 2 y 10 de junio de 1924. El ataque contra la comitiva florista en realidad tuvo como trasfondo las pugnas políticas entre grupos queretanos. Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 226-F-3; 104-P-106.

[ 69 ] El Universal, 13, 14, 15 17 y 20 de junio de 1924. Desde Houston, Texas, Jorge Prieto Laurens y Alonso Capetillo se declararon floristas y anunciaron que en la primera semana de julio se encontrarían con Flores en las montañas empuñando "la bandera de la legalidad". El Demócrata, 1o. de julio de 1924.

[ 70 ] El Demócrata, 2 y 30 de julio de 1924. Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 816-R-16, 242-A1-F, 242-A1-F2, 816-R-16, 101-F-2, 121-I-M-4, 816-A-26, 226-F-3, 816-R-16, 711-F-5, 816-R-16.

[ 71 ] El Universal, 2 de mayo y 3 de junio de 1924; Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 711-F-5.

[ 72 ] Excelsior, 8 de octubre de 1928.

[ 73 ] Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 104-P-106, 101-R1-F.

[ 74 ] "Dígale al señor presidente [Calles] que es justo que se acuerde y tome en cuenta los grandes servicios que mi esposo prestó a la revolución, y que si últimamente cometió sus grandes errores, ya es tiempo de que los perdonen." Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 226-F-3.

[ 75 ] Región que abarcó los estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes, Coahuila, Nuevo León y Durango.

[ 76 ] El emblema del centro fue: "Un anillo con los colores verde, blanco y rojo; el primero y el tercero ocupando la sección izquierda y derecha del anillo y el blanco, las secciones superior e inferior del centro".

[ 77 ] El Demócrata, 11 y 12 de abril, 10 de mayo de 1924.

[ 78 ] Cuando el general llegó a la capital del país, se publicó que las "fatigas del viaje y el deseo de reposo hicieron que el candidato se dirigiera seguidamente a su domicilio". El Demócrata, 27 de mayo de 1924.

[ 79 ] Partidos: Laborista Mexicano, Nacional Agrarista, Nacional Ferrocarrilero, Unión Regional Socialista del Distrito Federal, Radical Mexicano, Radical Obrero, Liberal Constitucionalista Radical, Alianza de Agrupaciones Revolucionarias de la Clase Media, Revolucionario Mexicano, Político Independiente Jesús M. Garza, Socialista de Trabajadores y Estudiantes, y "algunos otros". El Demócrata y El Universal, 2 de junio de 1924.

[ 80 ] Al votar Calles por Ross, en realidad anuló su voto.

[ 81 ] Para información detallada sobre la visita, de Calles a Europa y Estados Unidos, así como sobre los anfitriones, recepciones, discursos, etcétera, véase Georgette José Valenzuela, "El viaje de Plutarco Elías Calles a Europa y Estados Unidos", Revista Mexicana de Sociología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Sociales, n. 3, julio-septiembre de 1995.

[ 82 ] Véase Arnaldo Córdova, La ideología de la Revolución Mexicana, México, Era, 1973, capítulos V y VI.

[ 83 ] Diario de los Debates de la Cámara de Diputados, 9 de octubre de 1924. El Estadio Nacional había sido inaugurado el 5 de mayo anterior, y fue construido gracias a las gestiones llevadas a cabo por el secretario de Educación José Vasconcelos, a través de una intensa campaña de donativos emprendida entre diversos sectores sociales. Su objetivo era contar en la ciudad de México con un espacio adecuado para efectuar actividades deportivas, artísticas y culturales.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Martha Beatriz Loyo (editora), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 23, 2002, p. 55-111.

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